Dia 6.
Se repite el madrugón habitual ya en este viaje, y es que parece que va a ser la tónica. Desayunamos como solamente lo hacemos los que no estamos acostumbrados a los hoteles con buffet en el desayuno. Lo que es muy parecido a decir que no estamos acostumbrados a los hoteles. Nos falta echar los restos al bolso.
Salir de Sofía es un infierno de tráfico, nos cuesta casi una hora llegar a la carretera. Ya en ruta, al principio es autopista, pero luego se convierte en una recta parecida al día anterior. El paisaje tampoco es nada del otro mundo, es un llano sin más. Atravesamos muchos pueblos donde se ve bajo nivel de vida que contrasta con el lujo de Sofía. La gente aquí parece menos feliz que en Croacia, Bosnia o Serbia. Esto no deja de ser una percepción particular, estoy seguro de que hay otros contrastes y hay mucha Bulgaria por descubrir más allá de los márgenes de esta carretera, pero no nos entró curiosidad.
Nos centramos en buscar la pegatina para las maletas, el CV de la moto, pero es difícil de explicar qué es lo que queremos sin tener ni idea de búlgaro. Al final conseguimos que una mujer que orgullosa nos ha puesto al teléfono con su hija que habla inglés, nos escriba en un papel lo que queremos. Ahora es más fácil, en las gasolineras enseñamos el papel confiando en la buena voluntad de la señora. Nadie nos golpea, por lo que parece que no es ningún improperio, pero aun así llegamos a la frontera sin pegatina.
Cerca de la frontera coincidimos en un bar con un grupo de ingleses que vienen de Turquía, ya en viaje de vuelta. Es el grupo más heterogéneo que he visto en mi vida. A saber: Una GSAdv, una GS, dos BMW clásicas (1960 y 1970) y, lo mejor de todo, una Lambretta. ¿Os imagináis cruzar Europa subido en una Adventure al ritmo de una lambretta? La amistad puesta a prueba. Por favor ruego a mis amigos que no me pidan nunca un favor así.
Os dejo una foto que perfectamente podría ser un vídeo. Esto es más o menos lo que vimos de Bulgaria.
Llegamos a la frontera Turca, es mucho más moderna y equipada que las que hemos visto hasta el momento. Piden y estudian detenidamente la documentación y registran datos. Hay que pagar un visado de 15 € por persona que dura hasta Noviembre. A pesar de venir desde un país en el que no está el euro como es Bulgaria, y entrar en otro que tampoco lo tiene, el precio está directamente en Euros y es la moneda que aceptan.
Aparte de los viajes de caseta en caseta, no presenta ninguna complicación y no se tarda demasiado tiempo. Una vez en Turquía nos invade por primera vez esa impresión de haberlo conseguido, estamos en Turquía y hemos venido con nuestra moto.
Nos dirigimos hacia Eceabat, punto en el que cogemos el ferry que cruza el estrecho de Dardanelos para pasar a Asia.
Conforme nos alejamos de la frontera, el paisaje vuelve a ser interesante, así como la carretera. El Estrecho tiene mucho tráfico de barcos, ya que une el mar Egeo con el de Mármara. Hace mucho viento y estamos ansiosos por llegar, ni fotos, ni paradas estamos viendo Asia al otro lado.
Ya en Eceabat lo primero es comprar el pasaje del ferry. Tenemos algunas monedas turcas, ya que los ingleses nos han dado todo lo que les había sobrado, así que compramos los billetes y a esperar el barco.
Alrededor de la moto se junta una congregación a estudiarla, nos sentimos como unos seres que han venido en una nave espacial de otro mundo y me pregunto si esto va a ser siempre así. Afortunadamente no ha vuelto a ser así. Sí que les llama la atención, pero poco más.
En el ferry disfrutamos de una preciosa puesta de sol, con la emoción de estar casi en Asia, y conocemos a una pareja de australianos que vienen desde Chipre con una Honda Steed. Son muy majos así que quedamos con ellos a tomar una cerveza.

El tipo resulta ser un crack, se ha pasado la vida trabajando lo justo para juntar algo de dinero y luego viajar hasta que se le acaba. La manera en que se mezcla con la gente y consigue cosas es impresionante.
Nos quedamos en el bar hasta que nos tiran y decidimos compartir ruta con ellos al día siguiente.
De Turquía sí tenemos mapa, guía y hasta un pequeño glosario, así que el hotel de hoy es bueno bonito y barato. Para más alegría, consigo reinstalar el Tomtom.
Día 7
No toca madrugar, hemos quedado con nuestros nuevos amigos Savva y Susi a las 11, con lo que con calma nos levantamos, recogemos equipaje, colocamos las maletas, un buen desayuno y acudimos a nuestra cita.
Lo más cercano a Canakale es Troya. Lo que hemos leído al respecto no nos ha convencido demasiado, parece ser que los restos requieren mucha imaginación para ver lo que realmente fue. Por otro lado, hay corrientes a favor y en contra de la autenticidad del yacimiento y que sea realmente Troya. Lo que sí que está en la entrada es el caballo que hicieron para la película, pero no está Brad Pitt, lo que le resta interés.
Decidimos pasar de largo e ir directamente a Asos. En Asos es donde Aristóteles fundó la “Academia”, de donde parte la semilla de muchos de los razonamientos de hoy en día, así como de la forma de organizarnos en sociedad.
Vamos con mucha calma, a Savva le cazó un radar hace un par de días y le tocó pagar 100 € de multa. En esta multa todo es sospechoso. En primer lugar le dijeron que la velocidad para coches y camiones era de 90 y para las motos 80, como le cogieron a 100, la multa era de 200 TYL, que equivale a 100 €. En segundo lugar, aceptaron el pago en €. En comercios privados es habitual el pago en euros, pero en algo como una multa, que se le paga al estado lo veo extraño. Para acabar bien la historia, ni siquiera le dieron recibo, ni extracto, dos palmaditas en la espalda y a correr, pero poco.
El caso es que estaba escarmentado, con lo que nuestra velocidad era de 80, una nueva sensación ver cómo te adelantan trailers por la carretera yendo con moto.

Paramos a tomar un café y refrescarnos un poco en una terraza. Son todo hombres del campo y nos miran con interés. No obstante el interés no les dura mucho y vuelven a lo suyo Savva entra como Pedro por su casa, nos busca un sitio en una mesa ya ocupada y mantiene un extraño diálogo con nuestros colegas de mesa. Digo extraño porque ninguno de los dos comparte idioma, sin embargo parece que se entienden perfectamente. Al final le lía para que le acompañe a por una sandía. Cuando vuelve consigue un cuchillo, la corta y empieza a repartir por todo el bar. Si antes nos miraban con dudas, ahora se han disipado, efectivamente somos deficientes. En cuanto se acaba la sandía volvemos a dejar de ser interesantes.
Tras este pequeño descanso en el que hemos tomado todas las notas posibles de cómo profundizar con la gente de los sitios donde pasas y enriquecerte de lo que puedan aportarte, seguimos dirección a la Academia.
La carretera que va desde la general hacia el pueblo de Behramkale, donde se encuentran las ruinas, es muy sinuosa tanto vertical como horizontalmente. No invita a correr sino más bien a la calma y la contemplación, es más un camino asfaltado que una carretera.
Las ruinas de Asos no son espectaculares, pero el enclave sí, justo en frente se ve la isla de Lesbos, la broma fácil sobre sus habitantes está servida.

Invita a sentarse, contemplar y dejar que la mente vaya donde le plazca. Se acerca un anciano del lugar con un manojo de Te salvaje y nos ofrece un ramillete. Paula y yo os ponemos a la defensiva, recordando las gitanas que ofrecen romero en España, pero el hombre insiste y dice “no para”, Savva nos traduce, “para” es dinero en turco. Lo que está haciendo es regalarnos el Té, otra vez nuestros prejuicios nos condicionan y nos hacer cerrarnos y perdernos algo. Aceptamos el té y escuchamos la historia que nos está contando. No entendemos el turco, pero tiene una bonita voz y es relajante, aparte gesticula mucho, podemos hasta entender que habla de la tierra, del entorno y del té.
Comemos en un sitio muy cutre pero con unas vistas muy bonitas, pedimos una especie de empanadas fritas porque es lo único de lo que nos fiamos. Cuando pedimos la cuenta nos dice “fortín” (catorce), Savva saca un billete de veinte y yo solo llevo de cincuenta. El del bar coge los dos y le decimos que cobre del de 20 y que ya haremos cuentas. Ahora parece que no le habíamos entendido y que en realidad son “forti” (cuarenta). Tras una discusión sin acaloramientos y sin llegar a mostrarle lo que de verdad pensamos de él se queda en 20.
Continuamos el camino hacia el sur por una carretera en la que me alegro de tener una Maxitrail, es un continuo bache, cada vez que pienso en Susi, de paquete en la custom sufro. En las paradas me confirma que le está matando. En este camino pasamos por un camping donde hay una concentración de Aprilia Caponord, parece el sitio perfecto.
Tras unas cuantas paradas para que Susi se recupere, llegamos a Ayvalik, un pueblecito de pescadores donde pasaremos la noche.
Cenamos en un restaurante regentado por un Kurdo. Tras la cena viene el Raki (anis) y se nos une un grupo de amigos del cocinero que están celebrando un cumpleaños, eso sí, después de dejar a las mujeres en casa. Solamente hablan inglés dos de ellos, pero eso no importa. Ha sido una de las mejores veladas de todo el viaje.

Hasta las 3 de la mañana bebiendo, cantando e incluso nos marcamos u baile. Eso sí, en esta parte de Turquía solo bailan los hombres.
