Otra vez, la misma sensación, pero ahora, además, con pérdida espacial. Una rendija de claridad se colaba entre las cortinas y el ruido familiar volvió a despertarme, sé que era el mismo ruido porque tuve las mismas sensaciones. ¿Qué me ha despertado? ¿Qué es esa claridad, es que no bajé la persiana anoche? Entonces sonó, terrible, imponente, haciendo vibrar los cristales.
El espectacular trueno me dejó una sensación de dejà-vû clarísima. Ésto ya me ha pasado. Entonces vino la pérdida espacial. ¿Dónde estoy? entra luz hasta el suelo, la ventana de mi casa no es balcón, es una ventana, sin más.
Cuenca, estoy en Cuenca, sin Blanky, sin mi esposa, entonces ¿qué es ese bulto que yace en la cama de al lado? Es Luis, Chispa, claro, estoy en Cuenca y vamos a la Nacional de V-Strom. Ya me situé...
La lluvia azota el ventanal inmisericorde, repetitiva y mi garganta y mi vientre acusan las mismas sensaciones de la otra noche.
Voy al baño, ¡¡¡¡coñe, las tres de la madrugada, la misma hora que ayer!!!!
Luis ni se entera. Vuelvo a la cama y saber que Luis está aquí me tranquiliza, él sabrá qué hay que hacer para no caer, "si llueve, más despacio, total, es mi cuarta nacional y me ha llovido en todas", me repite incansable por la mañana con su vozarrón de titán.
Hotel muy guapo y limpio, pero desayuno magro con zumo de mentira. También hay que agradecer que no nos lo cobró.
En la calle quedan los restos de la tremenda tormenta nocturna, ahora está desapacible aunque no llueve.
Después de desayunar fuimos preparando las motos para seguir viaje.
Aquí podéis ver la moto de Luis ya cargada con las maletas.
Entramos a pagar y el dueño se empeñó en que visitásemos no sé qué de la parte vieja, "hay que subir y bla bla bla" subir, lo que nos faltaba, según está el suelo. Pero Luis, aficionado a conocer (Yo Cuenca lo conozco perfectamente, ya estuve allí varias veces), se empeñó en una pequeña tourné antres de irnos.
Aquí estoy, listo para marchar.
El suelo estaba muy resbaladizo y el adoquinado de la ciudad hacía más peligroso el tránsito. Nos dirigimos hacia donde nos había dicho el propietario del hotel y nos enfrentamos a una fuerte rampa adoquinada y brillante por el agua. Tráfico, el bus, la señora que cruza, el guardia que acucia para que avances...
Dicen que los perros huelen el miedo y Luis lo olió, supo que yo no iba cómodo y nos paramos, aquí, mira tu...
Luis quiso sacar una foto y se asomó al borde de la carretera. El adoquinado, donde estábamos, daba una curva de casi 180º y seguía empinándose. Él, Luis, quería subir, luego me lo dijo, sin embargo, dijo que no se atrevía, que era peligroso. Nada de eso, él hubiese subido tranquilamente y yo también, supongo, pero él, una vez más, antepuso mi comodidad a sus deseos, así da gusto viajar.
Otra vez la tiranía de la autovía, kilómetros y kilómetros de asfalto a alta velocidad, al principio es divertido correr, pero ensewguida pierde todo el aliciente, sólo es correr, apretar el acelerador y correr, eso no es pilotar...
No recuerdo el nombre del pueblo donde quedamos en vernos con Jorge. Normalmente soy muy metódico, todo lo apunto, todo lo recuerdo, quizá esta vez, sabedor de que Luis llevaba todo el peso, toda la responsabilidad me hizo relajarme un poco, lo que ahora se taduce en un caos informativo, me faltan muchas fotos que no hice, me faltan nombres de sitios y de bares interesantes... pufff, un verdadero desastre...
El caso es que llegamos al pueblo... o casi, otra vez fiasco del Garmin de Luis
. Giramos y volvimos a intentarlo.
Entramos por la otra parte del pueblo y había en la carretera unas hojas mojadas que me hicieron peligrar la estabilidad meneándose el manillar amenazador. La diosa Fortuna, igual que cuando atropellé el puercoespín, quiso que no me cayera, íbamos muy despacito, pero me asusté.
Otra vez juntos, otra vez los tres ruteando.
Aquí podemos ver las motos por una nacional. Delante va Jorge, después yo y la cúpula del primer término es la de la moto de Luis.
En la otra foto no se ve a Jorge, pero va justo delante. Queda patente, una vez más, la pericia de Luis, capaz de sacar la cámara de la bolsa sobre depósito y fotografiar, todo ello en marcha.
Otro lapsus por no tomar notas, sólo me ocupé de disfrutar, pido disculpas.
El lapsus es que no sé cómo lo decidimos ni dónde, pero abandonamos autovía y nos metimos por una comarca preciosa, muy parecida al Alto Tajo y atravesamos unos puertos preciosos. Ellos más veloces, yo, a estas alturas, ya sabía que mi disfrute pasaba por ir a mi ritmo, de todos modos, los veía en las escasas rectas.
La Madreña Veloz, una vez más, absorbió todos mis errores y me hizo pasar unos momentos divertidos, gozando disfrutando del manillar que se iba dócil donde yo solicitaba.
Tercera, cuarta, quinta... curva. Recuerda no necesirtas frenar, llega a la curva con los deberes hechos. Cuarta ¡¡¡ruuuuummmmm!!!!, tercera ¡¡¡bruuuuummmmmmmmm!!!! segunda, un poco de contramanillar y el morro de la V entraba obediente en la curva. Mitad de la curva, un poco de gas, manillar al contrario y moto arriba.
Lo mismo, pero para el otro lado, y otra vez, y otra. Una delicia, desde luego, cuando tenga más pericia ésto va a ser una pasada...
Parada, hay que comer, ¡¡¡qué bien!!! lo que más me gustó del viaje (comer no, las paradas, jijijijiji)
Aquí estamos Jorge y yo. A estas alturas de la película, y como se puede observar en la foto, las nubes ya habían desaparecido por completo, el sol y el calor nos acompañaron ya todo el camino.
No me había dado cuenta, pero en las siguientes paradas he podido constatarlo... ¡¡¡no pisábamos el suelo!!! primero me fijé en Luis, me pareció una ilusión óptica. ¿Cómo casi dos metros de paisano puede flotar?, sí, que sí, que no pisa el suelo, pero bueno... ¡¡¡¡¡Hostia, Jorge tampoco!!!!!! entonces me di cuenta de mi estado liviano, etéreo, miré hacia abajo y vi que mis botas Dainesse no tocaban el suelo, parezco gilipo**as, es normal, somos moteros, somos de otra calaña y yo formo parte de ésto, no me lo puedo creer.
Somos otra raza, otra estirpe, somos moteros, no nos importa que llueva "se va más despacio, total, es mi cuarta nacional y en todas me ha llovido", no nos importa que haga frío, ni calor, sólo nos importa nuestra moto y la siguiente curva, sólo eso. Lo demás es superfluo, estacional, carente, en ese momento, durante la curva, de toda importancia.
Somos otra raza, capaces de marcarnos 2.400 kilómetros para hacer unas curvas con otros elegidos como nosotros. No todos pueden hacerlo, sólo nosotros, los moteros, porque no tenemos sangre, es gasolina lo que corre por nuestras venas, estamos enfermos de una enfermedad deliciosa de la que no queremos recuperarnos ni locos, porque ya estamos locos... divina locura, líbreme la diosa Fortuna de los cuerdos de atar...
De pronto todo transcurrió en cámara lenta, mis sentidos se agudizaron, los sonidos multiplicaron su volumen y mi olfato, dentro del restaurante, distinguió el olor cálido y metálico del motor de la Madreña Veloz, no sólo eso, yo elegía qué escuchar, qué oler o qué ver. La gente nos miraba, alguien en una mesa, un chico, puso una V con su mano, ellos, Luis y Jorge, no lo vieron, yo sonreí al chico y le devolví el saludo mientras su escuálida novia lo miraba con ojos vacuos.
De repente ya no medía 1,68, era un gigante capaz de mover una moto y hacerlo con bastante dignidad, y circulaba con otros dos tipos de cuidado: Luis, un coloso y Jorge, joven y seguro de sí mismo, de aspecto empollón sapientín y mirada nerviosa y escudriñante. Los tres avanzábamos por el restaurante y cogimos una mesa del fondo. Fue un momento precioso, justificaba la lluvia, el frío, el suelo mojado de Cuenca y cualquier vicisitud que nos hubiésemos encontrado en el camino.
No hay nada como las paradas.
Es de agradecer que un motero experimentado como Luis elogiara mi conducción ágil y segura entre el tráfico de la autovía. Me quedo con el dato. Todo esto anima. Vosotros sois moteros consumados, pero yo estoy empezando y cualquier cosa me vale como estímulo.
Llegamos. Alfás del Pi. Toda esta costa la tenemos barrida mi esposa y yo en períodos vacacionales, a ella le gusta mucho el sol y el Mediterráneo, pero bueno, ¿a quién no le gusta el Mediterráneo?
No hubo banda de música ni bellas beldades arrojando pétalos de rosa a nuestro paso mientras entonaban loores en nuestro honor. Sólo llegamos, sin más, no había nadie. Eran las cuatro y media de la tarde y éramos los primeros. No había ni una moto y el hecho de que en el párking tampoco la hubiera nos lo confirmó.
En la recepción nos informaron de todo lo habido y por haber. No pongo fotos de la habitación porque supongo que serían similares y además, a estas alturas y con este nivel de complicidad, Luis y yo hemos preferido preservar nuestra intimidad de pareja
Luis ya hacía dos paradas y 400 kilómetros que traía una idea fija: la piscina. LA verdad que hacía mucho calor y la fatiga y el cansancio se nos acumulaba en el cuerpo.
Aquí lo tenéis, como pez en... la piscina.
Enseguida llegó Jorge.
A la hora, más o menos, llegaron los andaluces, eran ocho o diez y parecían cincuenta
creo que fueron los que mejor se lo pasaron. Me encantan los andaluces, con su lengua de trapo y su guasa que no se pué aguantá.
¿El del medio puede ser Huelva 64 o algo así? Lo que es seguro es que nadie de la concentración olvidará la alarma de moto que le tocó el día de los premios ¡¡¡¡¡¡Funcionaaaaaaaa!!!!
No cabe duda, se lo pasaron bomba.
Ducha y ropa limpia, a las siete teníamos charla de conducción segura, entonces no lo sabía, pero esta charla sería crucial para mi. He puesto en práctica todo lo aprendido y funciona.
Mientras, la peña iba llegando y la entrada principal del hotel se animaba.
La llegada de Mamut desde Andorra con su remolque plegable que se guarda en el maletero causó sensación. Si no lo veo no lo creo
A cenar. El hotel, ya lo habéis visto, estaba bien, pero yo, igual que Luis, hubiese preferido mesas grandes, como donde comimos, que facilitaran el conocerse. De este modo se hicieron grupitos y cada quién iba con su gente, pero es un hotel de vacaciones y es lo que hay.
Luis y Jorge dan buena y habida cuenta de las generosas vituallas.
Aquí, durante la cena, sucederían dos cosas muy importantes.
Primero: Correcaminos y La Coyote. Los dos foreros que conocí oficialmente en primer lugar. Luis me los presentó y yo no daba crédito. Dos señores cultivados que forman una pareja excelente. Él alto, buen mozo, barbita recortada, de aspecto interesante y algo retro que evidencia su personalidad. Ella una bella señora, de voz baja y porte elegante. ¿Pero cómo es posible que estos dos sean Correcaminos y La Coyote? pensé para mi. Cuántas veces he leído sus comentarios frescos y ocurrentes. También hemos hablado en varias ocasiones. Yo me imaginaba unos jovencitos modernos y audaces y me encuentro con audacia, sí, pero con una elegancia innata. Me encantaron, sobre todo ella, es de ese tipo de personas que llenan una estancia vacía sin más presencia que la suya.
Éste fue el momento. Antes de ser presentados me fijé en su camiseta (me gustan las camisetas) y no relacioné el correcaminos con su identidad. Una pena que no haya captado el momento en que La Coyote se unió a la conversación. Tampoco sé sus nombres de pila, lo siento.
Conocerlos fue una sorpresa muy agradable.
La otra cosa importante que sucedió fue a las nueve y media de la noche, después de conocer a Correcaminos y La Coyote. Estábamos con los postres y un se acerca a nuestra mesa un hombrecito menudo y avispado, de maneras cuidadas y voz cultivada. -Perdón-dijo- ¿no eres Madreña Veloz? me quedé mirándolo, tratando de ubicarlo, ¡qué caray, qué ubicar ni qué niño muerto! si pregunta por Madreña Veloz es alguien del foro y sólo conozco z tres y son de Asturias.
-Sí, le dije, ¿nos conocemos?
-Soy Aledo, de aquí, de San Vicente, un pueblecito de al lado.
-¿Y cómo me has conocido?, pregunté.
-Por la foto del avatar, me suelta el tipo, y se quedó tan ancho. Pero bueno, si la foto del avatar es de cuerpo entero y es así de pequeñina, qué vista.
El caso es que Aledo, José María, personaje inteligente y ameno, nos acompañó ya durante toda la concentración.
Acababa de llegar, el más cercano (apenas 30 Km) y el último en registrarse. Se había inscrito, pagado hotel y todo, dijo qiue quería sentir la moto desde dentro, sí señor, con un par.
Comentó que hacía poco que tenía la V y que tenía suerte, "me han traído la nacional a casa."
Antes de la cena, ocurrió, quizá, lo más importante para mi, desde el punto de vista de la moto exclusivamente. La charla de conducción segura fue para mi muy provechosa. Nos recordaron cosas de la autoescuela, pero aprendí otras muy importantes.
El método inglés de tumbada, muy seguro y eficaz. Yo lo conocía por referencias de un forero (no recuerdo quién, pero puede buscarse) en aquel hilo yo explicaba que mi moto no giraba entre dos columnas del garaje cuando entraba y tenía que maniobrar. Al indicar la distancia entre columnas este forero me dijo que imposible, que usara el método de tumbada inglés o "de las rotondas" y pum, efectivamente, al día siguiente, después de venir de currar, ¡¡¡raaaaaas!!! método inglés y la Madreña Veloz que se cuela entre las dos columnas holgadamente, sobrando espacio aún. Pero yo creía que era sólo para espacios reducidos y rotondas, qué equivocado estaba. Vale para la carretera.
Otra cosa buena que aprendí. Punto de mira, donde miras va la moto. Bueno, ésto ya lo sabía de la autoescuela y es tan cierto como el día y la noche, el equilibrio y la tranquilidad son cuestión de tiempo y kilómetros.
Pero aprendí algo que no sabía, el temor a descender, el manillar se aleja, efectivamente. "Acércate al manillar, la perspectiva cambia totalmente" quedé asombrado al ponerlo en práctica al día siguiente, o bajando Guadarrama y Pajares ya de vuelta, pero eso ya será harina de otro costal. Mañana más y mejor.