Como soy enemigo del "Efecto Facebook", donde la vida de la gente es un continuo goce y disfrute, creo que es necesario anotar también aquí los ratos no tan buenos que se pasan encima de una moto. El otro día hice mi primer rulo con colegas en esta vida de motero 2.0 y pude confirmar que todavía no estoy listo para eso. Me sentí torpe, asustado y fuera de lugar, tal como me pasara en su día cuando intenté incorporarme a una peña ciclista.
La gente es maravillosamente cortés comprensiva: Te esperan en cada cruce cuando te quedas atrás y desapareces de su vista y nadie te reprocha que intentes tomar las curvas más vertical un poste de teléfonos... pero tú no te sientes armonioso con la situación. Si intentas, como intenté al principio, seguirlos te encuentras forzado y sobrepasado por la situación. Si no lo intentas y vas a tu ritmo te sientes lento y torpe y desaparece todo el encanto de la moto.
Uno de ellos me dijo: "No intentes ir a otro ritmo que no sea el tuyo, la moto y tú debéis fluir juntos" y llevaba toda la razón. Mis inseguridades y miedos, de momento me superan en esa situación. Todavía no estoy listo para esto.
Pasamos por el pueblo de Ayna, el de "Amanece, que no es poco", y para llegar a él hay que bajar unas curvas cerradísimas, de esas que si quieres mirar la salida de la curva has de mirar por encima de tu hombro y como cuatro metros hacia arriba.
Esas curvas las pasé en el pasado docenas de veces sin ningún problema y con cierto deleite, si es que la memoria no me falla pero en esta ocasión el tema fue mucho más complejo. Resulta que en las paredes de la montaña donde estas curvas están hay rutas de escalada y los escaladores aparcan sus coches en las orillas de la carretera, estrechando algo la vía, pero es que además había en el pueblo una carrera ciclista que atrajo más coches aparcados en los miradores que hay en medio y demás. Para colmo delante de mí iba un coche con una conductora asustadísima de tanto tráfico y tanta curva que bajaba a una velocidad lentísima.
Se me coló en la cabeza mi caída de estreno con la pataleta ocasionada por ir demasiado despacio en una curva parecida. A partir de ahí todo fue una tortura hasta salir del pueblo y volver a una carretera normal.
El resto del rulo bien, mis colegas en sus motos atómicas me dejaban atrás y me esperaban y yo intentaba no pensar en nada mientras mi moto lamía las curvas al ritmo en que ella y yo nos entendemos. Luego vinieron el almuerzo, el reencuentro con los viejos colegas y las risas. Eso hizo que todo valiese la pena.
A la vuelta otro infierno al atravesar el pueblo. Coches que se detienen delante de ti en curvas de estas con una pendiente del 20%, velocidades ínfimas, que aunque en subida son más controlables que en bajada siguen siendo una amenaza y un tráfico intenso.
Quizá exagero un poco, pero desde luego disfrutar no disfruté mucho.
Aún no estoy preparado para ir en grupo.
Aún no... pero dame tiempo. Tú dame tiempo...