Bueno, me gustan las motos desde que tengo recuerdos. En el cole corría por todo el patio con las manos "en el manillar" con un compi, jugando a la PGC.
Allá cuando tenía 11 años "tomé prestado" un Vespino, hasta que el dueño se dio cuenta, la solté y salí corriendo. ¡Aquella "patada" sólo con dar gas me hipnotizó!
Con 17 años tuve una Mobylette de intermitentes (tenías que pulsar y soltar, pulsar y soltar para hacer el efecto "intermitente", ya sabes: ¿funciona? ahora sí, ahora no). La tuve que malvender a los 3 años, me llamaba la Patria. Mucha caña y gamberradas de todo tipo. P'habernos matao.
Con 19 años suspendí el carnet de
moto. Hacía una semana que se implantó el nuevo exámen de pista con la ese, la pasarela, el trébol y las barreras. Compliqué más el trébol (lo hice más difícil, más mérito tuve).
1985. Con 25 años aprobé el A, y me compré una Yamaha SR 250, con la que hice como 12.000 km, con rutillas, paseos, playa (con sombrilla y todo ¿eh?). Magnífica. Como un ciclomotor, pero
moto. Mi primera
moto, con lo que eso significa y la componente sentimental que supone. Tenía estética algo custom, pero sin pasarse. Cuando hacías kilómetros era incómoda por la postura demasiado vertical, pero tampoco era para recorrer Europa. El motor bien, aceptable para una 250, y fiable con poco mantenimiento. Poco consumo, manejable, suspensiones regulares. Lógicamente, se quedó pequeña pronto.
1986. Como se me quedó corta enseguida, la cambié por una Yamaha XS 400, también nueva, y esto ya era otra cosa, era una "
moto de verdad", a la que puse hasta unas maletas Krauser. Chasis al que se le podía dar ese nombre, mejores suspensiones (algo blanda de delante), tacto de
moto, acompañados de un motor que ya empezaba a andar. Bien de motor, con poco abajo y normal arriba, creo que daba sobre 45 CV. De frenos no iba muy sobrada. Recuerdo como hoy el olor del motor "quemándose" en los primeros km. Viajes, a Madrid, Granada... Bueno, vale, tampoco fueron demasiados.
1987. Después de un año de XS vendí la 400 y compré un Seat 1430 (con ¡19 años!, pero en muy buen estado) y una Vespa PK 125.
Moto urbana, limpia, cómoda para lo que es... Lo único, la puñetita de tener que añadir aceite con cada depósito de gasolina. El causante de esto tiene ahora casi 21 años, y me dan ganas de reprochárselo.
1990. Cuatro años después compro una Honda Revere 650, que va bastante bien, pero... Buen motor, aunque algo soso, bastante lineal, fiable, con cardan (con la comodidad que ello implica). Manejable, bajita y cómoda, aunque con el handicap de ser naked (te comes todo, viento, bichos...). Yo no creo en gafes, pero esta
moto estaba gafada (y digo esto porque después la he visto, y su nuevo dueño ya ha
tenido más accidentes). Golpe en ciudad, entre la rueda de un camión y un coche, y meses después (y la cuenta corriente bajando), un arrastrón en Gerona yendo al GP de Francia. Esto de la
moto se ha acabado para mí. Pero por vueltas de la vida, vendí el siniestro para comprarme...
1991. Honda VFR 750. La
moto. Sólo decir que en la revista Motociclismo raro era el número que no la ponía como referencia de algo. ¡Qué chasis, qué motor, qué comportamiento, qué finura de todo, cómoda, andaba...! Frenaba bien, aunque debido al peso sufría de muchas inercias, igualmente en curvas. Chasis noble, motor suaaave, en cierto modo era como un ciclomotor; si no le buscabas las cosquillas, era dócil como un ciclomotor. Suspensiones una mijita blandas de delante, y no eran regulables como lo son la mayoría hoy en día. ¡Ah, y bonita! (también he dicho alguna vez que podré tener muchas motos, incluso mejores o más potentes, pero como esa, ninguna). Le hice 70.000 km, la mejor que he
tenido y tendré, aunque estoy muy contento con mi V 650, claro. La vendí después de 8 años, apenas salía a carretera (eso sí, al curro todos los días, 30 km de autovía), la época de dispararse los seguros, necesitaba gomas nuevas y un arreglo en el motor de arranque. Hago cuentas y era el mejor momento para venderla, ya que desde ese momento se depreciaría cada vez más. Una curiosidad: nunca le cambié la cadena
1999: Nuevamente un bajón: Suzuki Burgman 250. Scooter ciudadano. Era cómoda, incluso para dos, andaba bien para una dos y medio, fiable, muy buen motor, llegas limpito al trabajo, económica de mantenimiento, consumía muy poco, pero eso sí, para tocar cualquier cosa en ella hay que desmontar los plásticos de media
moto. Y cómo tumbaba la puñetera. El hueco debajo del asiento, un invento, oiga. Pero claro, me faltaba
moto y motor por todos sitios.
2004: Después de cinco años con ella, y 43.000 km, la cambio por mi V-Strom. En su momento estuve en duda entre ella y la Fazer, pero no me he arrepentido. Va verdaderamente bien.
Quitando esos dos accidentes, todo bien... al menos de momento. Me quedan, a este ritmo, dos Kawas, dos BMW (de pureta) y dos Harleys. ¡Todavía me quedan 40 años de
moto!