Son las 17:30, la moto está preparada, las maletas a tope y colocadas, el depósito lleno y la bolsa de depósito vacía esperando esas cosas de última hora y los “porsiacasos”.
A las 18:00 llega Paula, nos vestimos de romanos y, como no podía ser de otra manera, llenamos la bolsa de depósito hasta arriba. Estamos preparados, foto de salida y rumbo al norte.
Esta es una, ya habitual en nuestros viajes, etapa de transición. Aprovechamos para visitar a los padres de Paula y acercarnos un poco a la frontera. La hacemos toda por autovía para llegar a una hora prudente. Nos espera un hermoso chuletón, para coger fuerzas por lo que pueda venir.
Viernes 15
Nos levantamos sin mucha prisa, son las 9:00, desayunamos tranquilamente y salimos hacia nuestro primer destino. Estamos de vacaciones. Segunda foto de inicio, catedral de Huesca.
Este día sí está dedicado a la moto, nada de autopistas, autovías ni vías rápidas. Carreteras sinuosas, puertos de montaña y buenas vistas.
La ruta ha sido la siguiente:
Directo hasta Benabarre. A la entrada del pueblo tomamos un desvío hacia Laguarres, carretera que enlaza con la A-1605 que pasa por Roda de Isábena. El firme no es el mejor que he visto, y es la primera vez que cojo la V cargada hasta los topes por curvas. Aparte de esto, la vista al fondo de lo más alto de los pirineos, Aneto, Maladeta y Posets hace que el ritmo sea turístico, tranquilo.
A estas alturas, el intercomunicador de Paula empieza a fallar. Es increíble la dependencia que adquirimos de todos estos cacharros. Una vez te acostumbras ya no vas a gusto sin ellos. Cada poco tiempo paramos e intentamos arreglarlo de nuevo, pero dura poco. Al final desistimos y nos acostumbramos al silencio.
Nuestra primera parada, en Roda de Isábena, visita a la catedral, foto de “estuve allí” y comemos en la plaza los bocadillos que nos habían preparado.
De aquí, dirección Francia por el Valle de Arán. La carretera de Pont de Suert hasta el túnel de Viella es bonita, buen asfalto y buena visibilidad. Desgraciadamente tiene mucho tráfico, así que hay que ver cómo se van desperdiciando curvas y más curvas con una pinta estupenda a ritmo de turismo. Otra forma de disfrutar de la moto. Afortunadamente el paisaje es espectacular.
Cruzamos el túnel, el Valle de Arán y entramos en Francia. El destino es Prat-Bonrepox. No hace falta que lo busquéis en los mapas. Es uno más de los pequeños y aburridos pueblos de la campiña francesa. Esta vez, lo que hay es un festival de música Country y Rock que lo anima un poco.
Por el camino, dejando que el GPS haga de las suyas, creo que pasamos por carreteras que ni los franceses conocen, pero disfrutando como un enano. Durante un buien tramo me sigue una Ducati. No voy, ni mucho menos lo que se dice rápido, pero sigue detrás. ¡Qué bien suenan las Ducati!, me siento acompañado. Tras haber compartido unos kilómetros, toma un desvío, gesto de despedida como si fuéramos viejos amigos y cada uno a seguir su ruta.
Al final llegamos, hay zona de acampada habilitada para los asistentes y precio especial si vas en moto. Por la noche, el festival.
Mucho vaquero por allí.
Y la moto más tuneada que he visto en mi vida tenía más luces que el Corte Inglés en Navidad.
Hasta un coche con tocadiscos, ni CD ni cinta, directamente toca discos. Nostálgicos del vinilo hasta las últimas consecuencias.
La sorpresa, un grupo de Barcelona haciendo versiones de la Brian Setzer Orchestra. Debo decir que se defienden bastante bien, lo recomiendo para todos los amantes del swing.
Después de muchas cervezas, mucho rock (afortunadamente más que country) y algún baile no vamos a dormir totalmente reventados.
Sábado 16
Amanece soleado, nuestras previsiones eran de lluvia así que ya tenemos algo que celebrar.
Nuestro vecino de zona de acampada, un francés de ascendencia española nos invita a un café e intercambiamos impresiones. Despedidas, buenos deseos y a la ruta.
Antes de empezar hay que hacer un intento desesperado de arreglar el intercomunicador. Una navajita suiza, un poco de cinta aislante y arreglado. Vuelve a haber comunicación entre nosotros.
La siguiente etapa es St Bertrand en Comminges. Un bonito pueblo en la campiña. La catedral es muy bonita y la vista llegando también merece la pena.
Parece que no somos los únicos.
Por el camino cruzamos un pueblo en el que hay muñecos en la puerta de las casas, y nadie en la calle, son raros estos franceses.
La siguiente parada es Toulouse. Del recorrido nada que comentar, rotondas, campos de maiz, rotondas, campos de cebada, rotondas, algún bosque, rotondas..etc. en una palabra: Francia.
En Toulouse, tenemos habitación en un albergue de juventud, sin coñas. Está cerca del centro, la habitación es grande, con cocina incluida y nos dejan meter la moto en el parking. Todo ello a un precio más que aceptable. Eso sí, sin lujos.
Después de una pequeña vuelta por Toulouse y una gran clavada en la cena, a dormir pronto, mañana más.
Domingo 17.
Hoy no toca moto. Pienso que la mejor forma de visitar una ciudad es en transporte público. Un viaje en metro ayuda a integrarse en el ambiente de la ciudad. Luego, patear y patear. Ello también permite alguna cerveza, o gintonic, que considero incompatibles con la moto y más que saludables en vacaciones.
Dejo unas fotos del día. Merece la pena la Cité Rose.
Lunes 18.
Basta de ciudad, hemos tenido bastante. Volvemos a la montaña, a la moto y al oxígeno. Una vez más, sufrimos la dependencia de los aparatos electrónicos. El GPS no carga y se ha quedado sin batería. Justo cuando más lo necesitamos, que es para salir de Toulouse. Tras unas cuantas vueltas encontramos el camino hacia la madre patria.
A 40 Km de Toulouse nos damos cuenta de que hemos olvidado el DNI en el albergue, media vuelta y a la jungla de asfalto otra vez.
Una vez más conseguimos escapar de las garras de la ciudad. Por cierto, por otro sitio totalmente distinto al anterior, viva la electrónica (cuando funciona). Mucha rotonda hasta entrar en el Pirineo. A partir de aquí buenas carreteras, pero mucho tráfico.
Por el camino, buscando una granja para comprar paté, y una tienda de souvenirs para la tradicional pegatina, se pasa el viaje. Decir que no fuimos capaces de encontrar ninguna de las dos cosas y cuando nos dimos cuenta estábamos en España.
Entramos por el Valle de Arán, primera parada en Bóssots. Comemos un par de bocadillos de media barra, unas bravas, bebida y café por 11 Euros. ¡Se está bien en casa!
Este pueblo es como un gran centro comercial de alcohol y tabaco. Hay más estancos que farmacias y las colas de franceses son enormes. Me hace pensar que Tijuana debe ser algo así.
Volvemos hacia Pont de Suert, donde nos espera el camping Alta Ribagorça, pequeño, familiar limpio y agradable. La lástima es que está muy cerca de la nacional y se oye el ruido del tráfico.
Por la noche visita a Viella, muy turístico, demasiado para lo que ahora buscamos. Y vuelta a cenar al camping disfrutando del maravilloso puerto de montaña. Por la noche, sí, pero bien señalizado y por fin sin tráfico.
Martes 19
Hoy toca visitar piedras con historia, ruta del románico de la Vall de Boi. Pero antes, algo de curvas. Subimos a las pistas de Boi – Taull. El trazado es muy goloso, el asfalto no es pata negra, pero suficiente. Disfruté todo lo que me permitió el chip turismo que llevaba, vestido con vaqueros. Por el camino, vacas, caballos, naturaleza... ¡qué rural es todo!.
El trazado
Tras este pequeño aperitivo, la primera parte del románico: baja de la moto, ata cascos, desmonta bolsa, sube campanario, baja campanario, monta bolsa, ponte casco sube a la moto y siguiente iglesia. Baja de la moto, ata cascos.... ceremonia que se repite al menos tres veces hasta que paramos a comer.
Después de comer seguimos la carretera de Caldes de Boi, hasta el parque nacional de Aigües Tortes. Es un bonito paseo, y remarco paseo, no es recomendable intentar otra cosa.
Cómo no, paramos en el río a refrescar los pies y la cara. No está el día par más y es una lástima porque el sitio invita a un baño de verdad.
Tras esta breve pausa, vuelve la rutina: baja de la moto..., pero a la primera nos cansamos. Así que la cambiamos por vamos en la moto, para la moto, hago foto, arranca y a la siguiente. Estilo japonés y lo siento, pero demasiado empacho para un solo día.
El cuerpo no da para más. Al camping, un baño, unas cervezas, cena y al saco.
Miércoles 20
Esto se acaba, hay que volver. Recoger, empaquetar, curiosamente cabe todo otra vez (no siempre es así). Y camino a casa.
Lo que se presentaba como una vuelta sin más se convirtió en un empacho de curvas. Paula de Navegante mapa en mano y yo, meramente de timonel vinimos desde El Pont de Suert hasta Valencia buscando curvas y más curvas. Las carreteras sin tráfico y ya acostumbrado a la moto cargada ayudan a disfrutar como un enano. Las ruedas han recuperado la forma.
Os dejo la ruta, apta solo para glotones:
El último tramo, de Castellón a Valencia, por autovía, molidos recordando buenos momentos y preparando el siguiente.
