Cuando hemos abierto los ojos en el camping del Parque Natural de Theth, un rítmico golpeteo sonaba en el exterior: estaba lloviendo. Rápidamente hemos conectado los móviles al servicio meteorológico y las previsiones no eran nada halagüeñas.
Viajar en verano con el traje de agua puesto tiene muchos inconvenientes, sobre todo porque, si no ha bajado mucho la temperatura con la lluvia, acabas más mojado por dentro que por fuera.
Los primeros kilómetros nos han llevado hasta el mirador denominado Cafe Thore, con la carretera empapada y una sucesión de "tornanti" encadenados que han convertido la ruta en una auténtica serpentina, como denominan en estos países a una sección de curvas muy cerradas.

En las montañas que hacen de frontera entre Albania y Kosovo.
Al llegar al mirador que hay en la parte más alta, situado a casi 1.700 metros de altura, hemos preparado todo para hacer fotos del grupo y unas familias albanesas que había en este lugar se han unido a la fiesta, haciéndose fotos con las motos y con nosotros: es una gente muy entrañable, merece la pena venir a este país sólo por convivir con ellos.

La lluvia ha dado paso a un día soleado.
De vuelta a la civilización, el sol le ha ganado terreno a las nubes, hasta el punto de convertir la frontera de Montenegro con Albania en una especie de microondas. Los trámites no han sido demasiado rápidos, y nos han hecho perder cerca de una hora.

Al llegar a Pogdorica hemos parado para hacer la compra, ya que muchos de los víveres que trajimos de Madrid se han acabado. Al terminar la compra nos hemos dirigido por la populosa carretera M-2.3 hacia la bahía de Kotor, pero nos hemos encontrado con un atasco monumental, en el que apenas avanzábamos unos metros cada 5 minutos. Raquel ha decidido abandonar la ciudad por la primera carretera que se dirigía hacia el norte, y hemos encontrado una pintoresca carretera, de unos 90 kilómetros, que nos llevaría hasta las míticas serpentinas de Kotor.
La nueva carretera no venía en la mayoría de los mapas y nos permitía ir a una velocidad media de unos 30 km/h, pero ganaba altura con rapidez y la temperatura ha bajado hasta los 24 grados, de los 36 que ha llegado a marcar el termómetro en las calles de Podgorica.
Esta ruta, que no viene reflejada en muchos mapas, no es apta para moteros noveles: curvas continuas, calzada muy estrecha, baches inesperados, firme muy irregular... pero habíamos disfrutado como niños durante los primeros 60 kilómetros.
De repente, la carretera llegaba a un collado y ha aparecido ante nuestros ojos la Bahía de Kotor: uno de los lugares más espectaculares del mundo, nombrado por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Ahora tocaba bajar las 26 curvas de herradura que componen la famosa Serpentina de Kotor.

Espectacular mirador de la Bahía de Kotor.
Hemos llegado a un apartamento que pudimos alquilar por Internet a las 16:30, desde las 9 de la mañana que salimos de Theth, y el cansancio era patente, pero todos sabíamos que estábamos en el lugar que realmente queríamos estar.