Al llegar al hotel hacemos la colada en un abrir y cerrar de ojos, preparamos la cena en lo que se tarda en beberse una cerveza, ver la ruta del día siguiente en los mapas nos ocupa un suspiro, al levantarnos por la mañana, preparamos las maletas en poco más de cinco minutos... Pero lo que nos lleva todo el tiempo del mundo es disfrutar de las curvas de la carretera, meternos de lleno en los paisajes que nos rodean, patear las calles de las poblaciones por dónde vamos parando y caminar por los rincones más exclusivos de los países que vamos atravesando. Y ya van unos cuantos.
Nos hemos convertido en una especie de individuos uraños que sólo prestamos la máxima atención a todo lo que tenga que ver con el horizonte de la carretera, el puño del acelerador, las barritas del nivel de la gasolina en el cuadro de mandos, la carga de las baterías de los comunicadores Bluetooth... y poco más. Es como si llevaremos de viaje media vida y fuera nuestra profesión. Qué duro va a ser el regreso.
Hemos salido de Senj con fuertes rachas de viento en la Costa Dálmata, que han ido desapareciendo a medida que nos acercabamos a la península de Istria. La nueva autovía que circunvala Rijeka nos ha hecho ganar más de una hora de viaje, y antes de las 12 de la mañana estábamos pasando la frontera de Eslovenia; que nos ha recibido con 22 grados de temperatura, unas carreteras fantásticas, llenas de curvas sacadas de un vídeojuego, y los paisajes de su campiña, plagada de huertas, frutales y viñas.
Nuestro primer objetivo era el de visitar las cuevas de Skocjan: mucho menos populares que las de Postonja, pero con un encanto natural muy superior. La visita ha durado más de dos horas, por lo que se nos ha juntado con la hora de la comida y hemos montado el chiringuito en unos jardines que había en el aparcamiento de acceso a las cuevas.
Este no es el lugar para contaros con detalle lo que hay en estas cuevas, pero os recomiendo que, si os gusta el mundo subterráneo, busquéis información de Skocjan en la red, porque os sorprenderéis de sus peculiaridades: el lugar es espectacular y la visita obligada.
La ruta del día ha terminado en la localidad alpina de Tolmin, en la falda de los Alpes Julianos, donde hemos tomado nuestro primer contacto con la Europa civilizada al comprobar el precio de los alojamientos más elementales... Empezamos a echar de menos Albania, Macedonia, Montenegro, Bosnia...

Llegando a Tolmin, con los Alpes Julianos en el horizonte.