Tiro los envases a su correspondiente contenedor y me pongo en marcha que lo bonito comienza: curvas, montañas con laderas violeta , neveros, más cumbres a lo lejos, y más curvas hasta Riaño, donde paro a hacer una foto. El embalse hasta los topes, y me voy con una sonrisa desandando parte del camino para dirigirme a Potes atravesando el puerto de San Glorio. Y justo arriba, niebla. Una pena no poder admirar las vistas desde el mirador del oso, pero estamos en Cantabria, y ya se sabe, jejeje. Voy bajando hacia Potes y la niebla me da un regalo: se marcha unos minutos para que yo haga unas fotos en el mirador del corzo, con vistas a la comarca de liébana. Aprovecho y sigo bajando que todavía queda trayecto y quiero ver el mar. Total, ya que estamos...
Así que llego a Potes, miro a la izquierda, con pena, a las cumbres cubiertas de Fuente Dè, y me encamino a otra carretera de cuento: hacia Unquera por el desfiladero de La Hermida. Los que lo conozcáis sabréis de lo que hablo. Pero el desfiladero se me rebela, y lo que al principio es una ligera llovizna, acaba siendo lluvia constante. Y yo con el traje sin los forros, a 11°c, y a mitad de viaje. Pero uno es un cabezón, y hay que ver el mar, así que venga, que ni el frío, ni la lluvia ni el viento que comienza y ya no me dejará hasta pasado Valladolid, me van a impedir mi propósito.
Y así llego a San Vicente de la Barquera, lleno el depósito por segunda vez, hablo con el dependiente del mal tiempo, y venga, buena cara que el mar está delante de mis narices, y también todo el pueblo, que bien bonito que es.
Desde allí bordeando el Cantábrico embravecido hasta Santillana del Mar. Ésto se acaba y hay que ir bajando. Me va a pillar la noche, y ya tengo suficiente frío. Algunos kilómetros de autovía después, pasado Reinosa se va la niebla, tímido asoma el sol, y muy poco a poco sube la temperatura, aunque no es que yo lo note demasiado dadas las circunstancias.
11 horas y 815 kilómetros después llego al restaurante que hay abajo de mi casa, que hoy me hacen un bocadillo de calamares. Como para cocinar estamos! Buena paliza en general, pero encantado con la moto. Es una bendita, y una campeona. Se lleva genial, y bajo cualquier circunstancia. Si la carretera está delicada, se afloja y la moto hace el resto. Y además, preciosa. No sé puede pedir más; no creéis?






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