Era lunes, 26 de octubre de 2005 (creo que me voy a tatuar el 261.005 en la calva y ya estoy reservándolo en la lotería), curiosamente era el día de los santos Cosme y Damián (patrones de médicos y cirujanos, ¡qué curioso!). Llevábamos dos días en Marruecos. Veníamos de pasar la noche en Meknes y el destino eran las míticas dunas del Erg Chebbi, cerca de Argelia.
El grupo iba estirado y yo me encontraba en la parte media hacia atrás, rodando a rueda de Richard. Coronamos el Puerto de Zad, de 2.178 metros de altitud, por la carretera N13 que une Azrou con Timahdite. Aunque iba cómodo no me estaba gustando la ‘actividad’ de los arcenes (pululaban, animales, niños y paisanos), por lo que decidí no bajar el ritmo a cambio de aumentar la atención. Iría a unos 120 km/h, la carretera era estrecha, de buen firme y había poco tráfico. De pronto, en plena recta, veo que arranca un burrito del arcén izquierdo. Se desplaza lentamente, a su bola. Richar lo pasa y se da cuenta de lo que se me viene encima. Freno y pito a la vez pero el pollino ni se altera. Consigo bajar a unos 80 km/h y me doy cuenta que el accidente va a ser inevitable. Intentar esquivarlo es muy arriesgado: a la izquierda hay un talud y a la derecha un terraplén, ni de coña, me caigo y me empotro fijo. La opción que elijo (no sé si consciente e inconscientemente) es impactar contra el asno, intentar atropellarlo. Pienso que si ‘apunto’ a la cabeza o a los cuartos traseros, malo, seguro que me desequilibro y acabo mordiendo el polvo. Lo mejor es ir directamente al centro del burro, justo a la panza.
Así lo hago, aprieto el culo, los dientes y me agarro fuerte al manillar. Oigo un ruido tremendo y de pronto se hace la luz: estoy encima de la moto con unos meneos importantes del manillar. ¡NO ME HE CAIDO! Es increíble. Paro la moto, apoyo la pata de cabra y mi cabeza sobre la tija del manillar. Compruebo mentalmente que estoy entero, ‘no me falta nada’ aunque me duele la pierna derecha. Llegan los compañeros, creo que el primero fue Richar, Afoganso, Pablostrom y Zémi, les digo que retiren el animal, no queiro más accidentes ni que aparezca el dueño ni la policía. Asienten y se quedan atrás para señalizar el accidente y evitar males mayores.
Llegó Diego y Rafa y Absalá. Me ofrecieron una bebida energética pero yo lo que quería era relajarme, bajar el subidón de adrenalina. Llegó Antonio y me dejó un espray maravilloso para la pierna. Me tomé un par de Gelocatiles pues el dolor no era intenso y no quería quedarme ‘zombi’ con la ingesta de algo fuerte. Mientras tanto Diego y Absalá empezaron a hacer un ‘tuning’ africano a la moto: plásticos rotos y demás piezas no vitales fuera. Bridas por aquí y algún martillazo por allá. Estéticamente el resultado es agradable, ¿verdad Bibo? Creo que se va a quedar así una temporada, hasta que me recupere económicamente.
Increíblemente la moto funcionaba perfectamente, sólo tenía doblada una barra de la horquilla (chequeado ya en Madrid) y el bastidor del frontal doblado (la araña). Más tranquilo me subo a la moto para ver si ambos podemos seguir el camino y la respuesta es que sí: no sólo puedo seguir sino que el golpe me levanta la moral y me encuentro física y sicológicamente muy fuerte. Antes de partir me acerco a ver el pobre pollino. Está reventado y con con los ojos abiertos. Qué mal rollo y pobre gente sus dueños, seguramente el animal les es fundamental para su vida diaria. Quién sabe si es lo más valioso que tienen. Pero bueno, yo estoy sano y salvo y me queda todo Marruecos por delante. Lo que más necesito ahora es lavar la moto y mi ropa pues estoy cubierto de sangre, alimento y líquidos del interior del burro. En la moto hay incluso pelos del animal dentro de unas roturas del guardabarros.
Seguimos y me alegro de mi suerte, de ir rodeado de una gente excepcional, grandes compañeros, y de saber que tengo toda la vida por delante, sano y salvo. Creo que he crecido como persona y como motorista. Al llegar a Madrid el cuerpo se enfría y el nivel de alerta físico se reduce. Aparecen los dolores y el diagnóstico del médico: tendinitis en las muñecas y confirmar con un traumatólogo una posible lesión en el pie derecho. Realmente poca cosa. En cuanto a la moto el mecánico me confirma que ‘sólo’ tiene una barra de la horquilla doblada y que posiblemente tenga arreglo. ¡Qué gran moto la VStrom y qué robusta!
Lo dicho, desde aquí doy las gracias a todos los compañeros de Marruecos que se volcaron en atenciones tras el accidente (la noche del accidente, en las dunas fue inolvidable y divertidísima, y las siguientes también). Recuerdos también al resto de los accidentados, sobre todo a Emilio (un auténtico ‘machote’) y a Bio, el ‘ironman’ del grupo.
Para finalizar sacar conclusiones de todo esto como por ejemplo la de viajar con una póliza de asistencia en carretera lo más completa posible, que cubra a la persona y al vehículo al máximo (ya se habló de negociar algo en conjunto para futuros viajes). TAmbién lo importante que es estar en forma y conducir muy alerta, que no necesariamente despacio. Se me ocurren más cosas pero ya me duelen las muñecas de tanto escribir. Si queréis seguir vosotros y que se os ocurre tras leer todo esto.
Un abrazo,











Por cierto, voy a colgar unas fotitos del suceso cortesía del gran Bio.