Nos levantamos a la hora de siempre para desayunar tranquilamente y emprender la marcha. Hoy teníamos un tramo corto que no llegaba a los 100 kms, ya que queríamos pasar el día visitando Geiranger y dar una vuelta con el barco turístico del fiordo.
El día se levantó nublado, pero por lo menos no llovía. Cuando salimos del B&B, Arturo tuvo un susto con una furgoneta que subía por la calle echando hostias y solo miró hacia una de las direcciones. La cosa no fue a más, pero el susto nos lo llevamos todos (él más, claro).
Seguimos dirección al embarcadero para cruzar el fiordo. Era un trayecto corto que nos costo 42 nok’s.
Seguimos por la carretera hasta llegar a la conocida “Carretera de las Águilas”. Es parecida a la de los Trolls pero desciendes una de las paredes del fiordo de Geiranger hasta la ciudad del mismo nombre. Allí te das cuenta quien sabe conducir y quien no, porque había cada autocarabana con un pestazo a embrague quemado que daba miedo.
Durante el descenso me separé del grupo ya que no les interesaba hacer fotos, pero a mi si, así que como teníamos que repostar, calculé que estarían en la primera gasolinera que encontrásemos.
Llegue a la gasolinera y no vi a nadie. Así que reposté y seguí por la carretera, pero era raro que hubieran seguido porque la intención era dar un paseo en barco por el fiordo. Así que me di la vuelta y al final los encontré en el parking del embarcadero. Fallo mío de no mirar antes allí y de ellos de ponerse en el sitio más escondido.
Nos hicimos la foto de rigor con el Troll de Geiranger y como no, unas compras en la tienda de recuerdos. Buscamos a ver donde se cogía el barco y después de hablar con todos los del puerto (ya que nos mandaban a un ferry, luego que había uno turístico pero no funcionaba, luego que alquilásemos una pequeña embarcación que nos harían el recorrido que quisiéramos) nos dirigimos hacia la zona de embarcaciones recreativas cuando vimos la Oficina de Turismo, en la cual se vendían los billetes para el barco turístico (el que no funcionaba, vaya). Así que compramos los billetes, el cual era para dentro de 10 minutos. Así que esperamos por allí hasta que llegó.
La ruta duró 1 hora y ¾, con la que vimos las 7 hermanas, el Pretendiente, y toda la familia que estaba por allí. Aunque en esta época, la cantidad de agua que caía era más bien escasa y no lucían en todo su esplendor. A parte, el día tampoco acompañaba mucho ya que estaba nublado. Como curiosidad, comentar que dentro del fiordo habían o delfines o focas o algún animal acuático de envergadura.
Llegamos a puerto y seguimos la marcha. Les comenté a los compañeros que pusieran gasolina que yo había puesto. En la próxima ya pondrían. Sin problemas, estábamos a escasos 65 km pero eso si, lleno de subidas y bajadas y curvas y más curvas y más curvas y paisaje. Mucho paisaje. Y vistas, muchas vistas. La verdad es que el mirador del Geiranger desde este lado para mi, mucho más bonito que desde la “Carretera de las Águilas”.
Seguimos por la carretera, la cual pasaba entre una tundra muy árida pero llena de curvas. Al final entendí que fueron un poco largos para mis compañeros los 60 kms que faltaban para la gasolinera.
Seguimos el descenso y se les vio un destello de tranquilidad cuando vieron la gasolinera al final de la bajada, pero como no, la Ley de Murphy, estaba estropeada. Nada, seguiremos y si se quedan tirados, pues teniendo uno gasolina tiras y les traes un bidón y arreglado. A Arturo le debo un favor de estos.
Al final, apurando el depósito llegamos a Stryn. Si en la V caben 22 litros, ellos pusieron 23. Ya relajados, aprovechamos que estábamos en el pueblo para comprar algo para comer a que en el bungalow había cocina. En el supermercado había una mujer que se nos quedó mirando. Era ella con su marido y dos niños. En la caja, que estábamos a su lado nos suelta un “hola” en catalán acento de Vic que nos dejó a todos sorprendido. Era una catalana que estaba casada con un noruego y que pasaban las vacaciones con la familia del marido. Estubimos hablando un buen rato. Una grata sorpresa encontrarte gente de tu tierra por esas latitudes.
Regresamos sobre nuestros pasos para ir al camping. La verdad es que era un camping de 4 estrellas muy, muy bonito y con unas vistas al lago espectaculares.
A esta hora, el día ya se había levantado y lucía el sol en un cielo azul salpicado de nueves tipo algodón. O sea, fotogénicas a más no poder.
Después de comer y hacer un poco el perro, decidimos ir a visitar el otro brazo de fiordo del Geiranger, el pueblo de Hellesylt. Xavi, en su viaje de novios hicieron un crucero por los fiordos noruegos y nos comentó que tanto la ciudad como la carretera eran muy bonitas (más la carretera que la ciudad) y que nos enseñaría de donde venia el dicho “pasar una chica por la piedra”. Hemos de reconocer que a todos nos llamó la atención.
Hicimos la carretera de Stryn hasta Hellesylt a una buena velocidad. Llamémosla alegre, hasta llegar a la ciudad. En sí, la ciudad no tenia gran cosa pero lo más bonito era el rio que atravesaba la ciudad acabando en una cascada. Nos tomamos unos cafés y emprendimos el camino de regreso.
A medio camino paramos a ver lo de la piedra. Según cuentan, por ese agujero tenían que pasar las chicas antes del matrimonio para así demostrar que llegaban vírgenes a éste. La verdad es que tenían que ser muy menuditas porque el agujero era chiquitito. Mi cabeza entraba justa.
Regresamos al camping. Duchita, cena y copita, como cada noche. Eso si, nos tragamos una película de Pierce Brosnan y Salma Hayek en versión original subtitulada en noruego, que su título (en original era After the sunset y traducido a la versión española como “El gran golpe”). No nos enteramos mucho de que iba, pero entre cubata y comentarios la terminamos de ver.
Luego a dormir. Por cierto, a estas alturas del viaje, las botas moteras dejaron de ser botas para convertirse en armas de destrucción masivas.
Nos levantamos a la hora de siempre. Los planning para hoy eran llegar tempranito a Bergen para poder visitar la ciudad. Desayunamos en el bungalow lo que habíamos comprado el día anterior y emprendimos la ruta.
El día empezó con nubes bajas, casi niebla, pero incluso antes de salir ya se estaba levantando el buen tiempo. Otro día con sol y una temperatura agradable. Empezamos circulando por carreteras que bordeaban los fiordos que eran una delicia. Aquí mis compañeros de viaje se animaros a darle un poco de estopa, pero a cierta velocidad pues como que no se puede disfrutar del paisaje, las vistas ni nada de lo que te rodea, por lo que deje pasar a Enric y como todos sabíamos a dónde íbamos, pues ya nos veríamos o en un punto u en otro. La verdad es que el paisaje deba para un reportaje fotográfico entero.
La primera parada fue en una cascada. La verdad es que Noruega está repleto de estos lugares tan pintorescos.
Y proseguimos la marcha, bueno, prosiguieron la marcha, yo a mi ritmo. Llegamos al embarcadero y aquí reconozco que por mi culpa (y del paisaje noruego, claro) perdimos el ferry por escasos 1 minuto. Nos tuvimos que esperar la friolera de 10 minutos que tardó en llegar el otro ferry, que nos costó 60 nok’s.
A medio día entrabamos en Bergen, eso sí, pasando por unos peajes muy curioso, ya que eran tipo “teletac” pero como nosotros no llevábamos nada, pues adelante las hachas, ya vendrán a cobrar cuando quieran.
Llegamos al hostal/albergue. La verdad es que fue el más cutre de todo el viaje, pero es que estábamos en pleno centro de Bergen, al lado mismo del Mercado de Pescado. Así que aprovechando que mis compañeros se estaban duchando, bajé a buscar algo para comer en dicho mercado. Es curioso lo de estas paradas de pescado. Puedes comprar de todo e incluso en alguno te lo cocinan. A parte, comentar la cantidad de españoles que vienen aquí para practicar inglés y cogen estos trabajos para mantenerse. Por la noche ya entendimos el porqué de escoger Bergen para “practicar” inglés.
Comimos en una terraza que había en el mismo albergue. Las vistas eran bonitas y a parte disfrutamos de otro día soleado.
Después de comer, pues hacer de turista puro y duro. Cámara de fotos, zapatillas y pantalón corto. La verdad es que es una ciudad muy bonita que ha conservado su zona histórica, extendiéndose hacia los exteriores. Tampoco hay edificios altos.
Lo primero que visitamos fue el Mercado del Pescado ya que lo teníamos allí mismo y mis compañeros no lo habían visto. Paraditas con un marisco muy apetecible y con el ya famoso bacalao seco junto a unas latas de caviar (supongo que muy iraní no era).
Como estábamos muy cerca, nos fuimos a visitar el famoso barrio histórico de Bryggen con sus características casas frente al puerto. Bryggen fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. Es curioso perderse por sus calles enclavadas en el siglo XV o XVI. Era una pena estar en pleno mes de Agosto ya que la cantidad de turista que habíamos deslucía mucho los rincones. Estuvimos paseando por la zona hasta que comentamos que podíamos ir a la visita al mirador de Bergen.
El precio de la visita era de 245 nok’s, que ya se lo cobran, pero ya que estas allí, si se ha de ir, pues se va.
Xavi y Enric decidieron quedarse y Arturo y yo fuimos. Nos montamos en un autobús turístico de dos plantas que te lleva hasta a pie del funicular y luego te vuelve al centro. Nos subimos arriba y delante de todo. Dios, como se movía ese trasto.
Llegamos a un telecabina y subimos para arriba. El billete ya nos lo había dado el conductor del autobús. La verdad es que las vistas desde arriba son espectaculares de la ciudad. Ves lo grande que es y como ha ido poblando islas y más islas y la dificultad que tiene la entrada del puerto por la cantidad de islotes que hay. Eso si, cuando el océano esta picado, en este puerto se tiene que estar muy tranquilo.
Nos tomamos un chocolate mientras observábamos a unos parapentistas como se lanzaban desde una pista preparada para ellos. Es curioso, cuando alguno falle irá a parar al tejado de alguna casa.
Hicimos las fotos de rigor y emprendimos el descenso (nosotros en el telacabina que es más cómodo que lanzarse en parapente). Una vez abajo esperamos el autobús para que nos llevara otra vez al centro. Esta vez nos sentamos en la planta del conductor.
Llegamos al centro y nos fuimos todo paseando hacia el albergue a ver si estaban Xavi y Enric. Al ver que no, los llamamos y quedamos a la plaza que estaba al lado. Nos sentamos a tomar una cervecita mientras nos explicábamos nuestras respectivas aventuras. Ellos de dedicaron a visitar y fotografiar “monumentos” de Bergen. La verdad es que no estaban nada mal.
(Estas no son de los "monumentos" pero es que.....)
Aprovechando que estaba cayendo el sol con una gracia inusitada, volvimos de nuevo a las casas del Bryggen ya que cogían una tonalidad totalmente nueva. Y después de un plácido paseo nos decidimos ir a cenar.
Aquí empezó el gran periplo. Nos sentamos en una terraza llena a abarrotar con carta en español y todo, pero entre la cantidad de gente que había y que nos dijeron que teníamos que ir a pedir en la barra, mis compañeros se negaron a quedarse. Pues nada, nos vamos. Estuvimos mirando restaurantes, unos por caros y otros por vegetarianos los fuimos descartando uno a uno. Yo ya me veía en el kebbah de turno. Me negaba a admitir que no encontraríamos un restaurante en una ciudad como Bergen. Al final nos sentamos en el que estaba al lado del hotel. Barato y con una carta escasa. A todos les parecía bien, pues nada. Después de media hora esperando nos comentó Xavi que seguramente tendríamos que ir a pedir a la barra. Hasta aquí. Me levanté y les comenté que para pedir en barra me iba al otro que había cosas que me gustaban más, que si querían quedarse nos veíamos después. Nos levantamos todos al final. Supongo que la mujer del restaurante vió que el cabreado era yo y me intentó parar, pero ya iba demasiado quemado.
Al final pues tuvimos suerte ya que encontramos uno que también había carta en español, camarero que hablaba español y un trozo de costillar que entro solo mirarlo. Postre y café expreso. Que más se puede perdir.
Después de cenar nos fuimos a ver la fiesta nocturna de Bergen. La verdad es que hay y mucha, pero nos quedamos muy sorprendido por la cantidad descomunal de ingesta de alcohol que hay entre la juventud (y ya no tan jóvenes). Nos sentamos en una taberna irlandesa a tomarnos unos whiskys y unas pintas de Guiness mientras observábamos el ganado que pasaba por allí. Cada minuto que avanzaba la noche, más borrachos y borrachas iba la juventud.
Al cabo de un rato decidimos volver al albergue ya que al día siguiente teníamos otro bonita pero larga ruta hasta Frolands Verk.
Comentar la mi*rda de camas en las que dormimos que teníamos que vigilar no colarnos entre las maderas. Xavi casi lo consigue.
Se levantó una mañana nublada, como casi todos los días, por lo que teníamos la esperanza de que se levantara el día como cada día, así que nos pusimos rumbo a nuestro destino Frolands Verk. Durante el trayecto pasaríamos por la zona montañosa de Telemark y cerquita de Lillehammer y teníamos como visita una cascada (otra más) con el detalle que esta se podía cruzar por debajo y unas casas medievales reconstruidas Patrimonio Cultural.
Antes de salir de Bergen nos dirigimos a ver la Iglesia de madera de Fortun. Por lo visto se quemó casi por completo en 1992 y esta es una reconstrucción, peo ya que estábamos allí pues la teníamos que ver. Xavi nos guiaba a través de su GPS y las coordenadas, pero una calle en contradirección nos dejó en jaque un buen rato, pero conseguimos llegar.
Era demasiado temprano y aun estaba cerrada, así que visita por fuera, cuatro fotos y a seguir que aun nos quedaban unos cuantos kilómetros.
Al poco rato de salir de Bergen vimos que la lluvia sería una compañera durante el día de hoy o por lo menos durante un buen rato, así que nos paramos para ponernos los trajes de agua.
Todo siguió igual, llegamos a un ferry que nos costó 49 nok’s y seguimos un buen rato bordeando un fiordo. A media mañana llegamos a la cascada en cuestión. Seguía lloviendo así que al final solo subimos el pequeño repechón Arturo y yo. Xavi y Enric nos comentaron que se esperaban en el bar. La verdad es que es bonito, pero no es de las más espectaculares, ya que mi hermano me enseñó unas fotos de Tramacastilla con algo muy parecido e incluso mejor, pero el nuestro estaba en Noruego.
Al bajar nos tomamos un café y nos hicimos la foto por excelencia del viaje.
Proseguimos el viaje y la lluvia que no cesaba. Durante el camino vimos cascadas con mucho más caudal que las famosas “7 hermanas” del fiordo del Geiranger. Al final descartamos ir a ver las casitas medievales porque cuando llegamos al lugar era cuando más llovía.
Entramos en la zona de Telemark y empezaron las subidas y bajadas en la carretera que cruzaba esta región montañosa. En el punto más alto encontramos estaciones de ski y unos cuantos lagos. Pena de que estuviera nublado. Lo divertido fue adelantar la cantidad de coches y camiones que encontramos por esa carretera.
Pasada esa zona, paramos a comer en un área que había tiendas samis, supermercado, gasolinera, camping. Era un centro bastante grande. Y fue en este punto donde el día empezó a clarear. Bueno, nos comimos mediodía de lluvia, pero no nos podemos quejar.
Seguimos por la frondosa zona de Telemark. Me hacía gracia porque poco antes de empezar el viaje vi la película “Los héroes de Telemark”, película bélica del 1965 con Kirk Duglas y Richard Harris.
En un punto de la carretera tuvimos un pequeño gran susto con una octogenaria que debió vivir en directo los acontecimientos de la película, cuando con su coche rojo salió sin más de un caminito. Los cuatro clavamos las motos y rezamos (eso que no somos muy de misa) que el de atrás pudiera frenar igual o mejor que nosotros. La octogenaria siguió a su ritmo. Por mi que ni se dio cuenta de lo que había pasado. A los pocos kilómetros paramos en un punto de información para tranquilizar la taquicardia que sufríamos todos.
A media tarde llegamos a Frolands Verk y después de descargar las motos, ir a poner gasolina y comprar algo para cenar, le comenté a Enric que a ver si le dábamos el último achuchon a la cadena para poder cruzar Dinamarca y el trozo de Alemania. Y allí que fuimos. Arturo nos comentó que la suya también estaba floja. Enric le era igual 8 que 80 así que también se puso en ello.
Afloja la tuerca del eje trasero, tensa la cadena y cuando va a apretar la tuerca nota algo raro, hasta que llega el punto de oír el típico “clac” de cuando se pasas una tuerca. No solo se pasó sino que la rosca interna literalmente se despego de la tuerca, quedando un hilo de hierro o el material que fuera suelto.
Putadón al canto. Nada, miramos, buscamos y le comento que al lado de la gasolinera había un taller mecánico, que me acerco a ver si está abierto o el chico de la gasolinera sabe decirme algo. Nos acercamos Enric y yo pero estaba cerrado y el de la gasolinera nos comenta que hasta mañana no podemos hacer nada.
Como comentario, el hostal/albergue en el que estábamos, resultó que era un albergue infantil donde niños y padres pasan unos días de actividades. Cuando no son fechas escolares, alquilan las habitaciones como albergue normal. A la hora que llegamos ya no había nadie en recepción hasta la mañana siguiente a las 9:30 de la mañana.
Como estábamos solos, aprovechamos la buena noche que hacía y cenamos en una terraza donde había mesas, sillas y parasoles (que al final nos fueron muy bien ya que caía un relente que mojaba como si lloviera). Con el hornillo hicimos la cena y mientras acabábamos de cenar comenté la idea de ir a realizar una “compra nocturna” para solucionar el problema.
No hubo ningún voto en contra, pero al final descartamos la opción cuando, mediante internet, encontramos una Suzuki oficial en Kristiansand, una Kawasaki oficial en Arendal y varios talleres mecánicos. Comprobamos que el sábado abrieran y exactamente lo hacían de 10 a 14 horas. Suficiente para llegar, comprar la tuerca, volver, colocarla y llegar al barco.
Después de rematar la botella de ron, nos fuimos a dormir ya que la mañana siguiente sería una prueba a contrarreloj.
Nos levantamos por la mañana temprano. Xavi y Enric salieron pronto hacia Kristiansand, ya que tenían unos 70 kms para llegar. Yo, un poquillo más tarde me fui dirección a Arendal, capital de la provincia donde nos encontrábamos.
Como llegue temprano, ya que mi distancia era solo de 12 kms, me entretuve a buscar algún lugar para desayunar y a entrar a todas las ferreterías industriales que encontraba y que no fueron poca. Tenían tuercas del mismo tamaño pero de diferente paso de rosca. Digamos que eran más industriales.
A las 10 en punto estaba delante del concesionario oficial de Yamaha y que también llevaban algo de Suzuki.
A menos 3 minutos aparece un coche derrapando por el parking de tierra. Era un chaval joven que resultó que era quien abría la tienda.
Con mi inglés y con la tuerca pasada nos llegamos a entender. Encendió el ordenador y buscó a ver si la tenía. Pues no tuvimos suerte, pero me escribió la dirección de la Suzuki de Arendal. Esta no nos apareció en internet, pero me fui corriendo para allá.
Otro piolin en recepción. La misma táctica. Inglés, tuerca y mirada al ordenador. Me dice que no le sale en la lista de piezas del almacén. Por suerte apareció el jefe y se fue a mirarlo físicamente al almacén. Nada.
Me acuerdo que Kawasaki tienen la KLV1000, así que vuelvo a mis inicios. El chaval se queda parado al verme. Le comento lo de la moto y me dice que Kawa no tiene ningún modelo parecido a la V. ¿Me habré equivocado yo? Llamé a Xavi para que me lo confirmara. –Si, si, la KLV- Se lo confirmo al chaval, el cual, un poco incrédulo se lo mira el en google.no. Su cara de incredulidad le cambió a la de perplejidad cuando vio la KLV1000 en naranja. Al final resulta que Kawa no lleva este modelo a Noruega.
Ya a la desesperada me enseño todas las tuercas que tenia de Kawa, pero no nos servía ninguna. El jefe le comentó que me mandara, no sé si a la mi*rda o a una ferretería. Me mandó a otra ferretería industrial de los alrededores. Más de lo mismo.
Xavi y Enric tuvieron la misma suerte que yo, con el agravante que la Suzuki Oficial de Kristiansand no les salió de las pelotas sacar la tuerca de una V que tenían en exposición para que saliéramos del atolladero en el que nos encontrábamos. Cuadriculados que son los nórdicos.
Sin más tiempo que perder, me volví al albergue donde se encontraba Arturo. La verdad es que me jodió de una forma inhumana dejarlo allí. Le comenté una y mil veces que me quedaba con él hasta que pudiera arreglarlo, pero se negó en rotundo, así que abrazo de despedida y me fui volando hacia el puerto de Kristinasand.
Cuando llegué ya me estaban esperando Xavi y Enric, ya que Arturo me pasó todos los papeles de billetes y reservas.
Le comentamos a la chica de la garita el problema con el cuarto billete, pero me dijo que ya no se podía hacer nada, así que pasamos para adentro del parking a la espera que nos llamaran los estibadores portuarios.
En la fila, conocimos a una pareja de vascos con una Goldwind (me parece recordar) con los que mantuvimos una agradable charla que nos despejó un poco la mente.
Embarcamos y nos tuvimos que atar las motos nosotros mismos. Suerte que Enric se dio cuenta de cómo usar esas cinchas, ya que para mi, le faltaba un trozo. Al final, Enric fue el estibador oficial de la jornada. Ató la suya, la mía, la de Xavi, otra V de unos italianos (mira que tuvimos cerca la tuerca de los co*ones en ese momento) y la Honda de los vascos.
Subimos a cubierta y como era hora de comer, pues pagamos el menú que era buffet libre. Nos costó al cambio 33€. Carillo, pero es lo que había y teníamos para un par de horillas o tres.
El cruzar Dinamarca, la verdad es que no aportó nada de interesante. Lo único curioso fue en un área de servicio, aprovechando para echar un meo, era donde se encontraba la zona de DVD pornos. Esto hace años que no lo veo ni en España.
Llegamos al final a Kruça. Según la dirección que ponía en las hojas, fuimos a parar a un restaurante donde se celebraba una boda. No me pareció que fuera el sitio, así que nos volvimos a fiar de las coordenadas de Xavi. Esta vez si.
Entramos al hotel. Aquí ya vimos algo raro. O los daneses han perdido mucho o los propietarios de este hotel no eran muy nacionales. Bajitos y con la tez morena. Al final vimos que eran griegos por la cantidad de banderitas que había de esa nación.
Le comentamos que al final no serían 4 habitaciones sino que solo serían 3 por el problema de Arturo. Me dice que lo siente pero la anulación tiene que ser con 48 horas. Era probarlo, nada más.
Me da la llave de la 1, de la 3 y de la 6 y me dice que están en la primera planta. A ver, el será griego, que ya los conocemos, pero yo soy catalán. Le pregunto que donde está la cuarta llave. Él, con cara de extrañado me comenta que si no la necesitaba pues que no me daba la llave.
- A ver, ¿tu mañana me cobraras la habitación? -
- Si –
- Pues si tu me la cobras, tu me das la llave –
Al final me la dio. Anda con el griego. Aunque solo sea para guardar las maletas y las botas (que a estas alturas del viaje, eso estaba prohibido por la Convención de Ginebra, fijo). Nos duchamos, eso si, antes re-tensada de cadena, que pobrecilla ya no daba para más, pero tenía que aguantar entre 500 o 750 kms más (para llegar a Frankfurt o a casa directamente) y nos fuimos a cenar. Hablamos de dónde íbamos. Xavi me comentó que en el GPS le salía un ciudad grande a pocos kilómetros. Pues vamos allá.
Ya montado en la moto me aparece de la oscuridad el griego de antes acompañado por otro. Me para y me comenta si aun quiero la habitación, que la necesita para otros clientes. - ¿Me la cobrarás mañana? – Noooo, claro. Pues entonces ten las llaves. Saqué las maletas y las botas antes de entregarles las llaves. Eso si, el pestazo se lo deje incrustado en el ambiente.
Y nos fuimos hacia nuestro destino para cenar. La ciudad a la que refería Xavi era Flensburg. Nos costó encontrar un restaurante abierto a esas horas (bueno, solo eran las 21:30 h). Eso sí, bares y clubs (normal o de ambiente, es igual) los que quieras. Al final entramos a un restaurante que nos dijeron que ningún problema.
(En este último no entramos

)
La verdad es que comimos muy bien. La anécdota fue cuando Xavi y Enric me comentan que era un detalle que los precios estuvieran en euros. coñ*, si estamos en Alemania. Ni se habían enterado que hubieran pasado la frontera. Aish, esos niños.
Cuando llegamos al hotel, hablamos con Arturo por teléfono, a ver como estaba. Nos comentó todas las peripecias que había tenido que hacer. Suzuki Kristiansand le comentó que para la tuerca, mínimo 15 días. Vergonzoso. El RACC le comentó que ningún problema, que ellos se hacían cargo del hotel, pero 15 días comiendo, cenando y desayunando pues sale una pasta. Así que llamó a nuestra compañera Nieves que a las pocas horas ya tenía una tuerca en su poder. Mandarla de la forma más urgente era un mínimo de 5 días pensando que había un fin de semana por el medio. Así que al final decidió coger un billete de avión e ir a buscar la tuerca por si mismo. Haciendo cálculos es lo más económico. Los billetes ida y vuelta 190 €. Comer, cenar y desayunar no te sale a 40 €/día que sería la media. En definitiva, llegaría antes él a casa que nosotros.
Por la mañana, nos despertamos, desayunamos y pagué la cuenta del hotel. El día anterior ya me comentó que no aceptaban Visa. Suerte que llevaba el efectivo del “por si acaso”. Eso si, antes de bajar de la habitación miré como estaba el cambio oficial de las Coronas danesas con respecto al euro. Según el oficial nos tendría que costar 121 € y nos cobraron 123 €. Ningún problema.
Emprendimos la marcha. Volvimos a entrar en Alemania por el mismo paso fronterizo. Fue una pena no encontrar billete en Hamburgo porque estábamos a 140 kms y nos toco hacer 700 del tirón.
Todo fue bien. La autopista alemana pues correcta, eso sí, sin límite de velocidad. Esa leyenda urbana de que los alemanes son muy respetuosos y que conducen por el carril derecho y dejan los otros dos para adelantar, pues UNA mi*rda. Eso es un “MARICON EL ÚLTIMO Y “CAMPI QUI PUGUI”. Nos pasó un BMW serie 7 V12 con sus 544 caballos a toda mi*rda y detrás pues Mercedes, Audis, Astons, y todo una colección de berlinas.
Pasado Hamburgo nos empezó a llover. Paramos para ponernos los trajes de agua porque entre la que caía y la que levantaban los coches, pues íbamos a quedar guapos. Una vez equipados, seguimos nuestro camino.
Después de un tormentón que nos cayo, cesó la lluvia. Cerca de Kassel, a unos 160 kms de nuestro destino, paramos a comer algo, ya que llegaríamos a la terminal de trenes y no sabíamos que nos encontraríamos por allí y a parte, pues ya tocaba.
Nos comimos un Frankfurt. Ya que estamos cerca, pues que no sea dicho. Antes de salir, empezó a lloviznar un poco. Va, nos ponemos los trajes que no sea dicho. Los 150 kms que faltaban para llegar a Frankfurt has sido los más largos a causa de la lluvia con los que he ido en moto. Lo que nos llegó a caer, fue lo innombrable. Yo ya no veía nada. La visera empañada, las gafas también, los coches, unos a toda leche y otros casi parados o parados directamente de lo que caía. Al poco rato, Enric se puso delante porque vio que yo no iba cómodo. Cuando llegamos se lo agradecí de verdad. Me fue más fácil seguir a dos bultos (a Enric y a Xavi) que ir abriendo la procesión. Y digo bultos porque era lo único que se veía. Los coches los veíamos cuando apretaban los frenos y se les iluminaba los indicadores, pero si no, ni se veían.
Llegamos a Neu-Isemburg, donde se encuentra la terminal del AutoZüg en Frankfurt. La pinta que llevábamos era lamentable. Hasta otros motoristas que estaban allí nos echaron fotos y todo. Nos sacamos todos los bártulos y nos fuimos a tomar un chocolate caliente que era lo que mejor entraba en esos momentos. Con estas lluvias ves por donde petan los trajes de agua, por muy buenos que sean.
Aun nos quedaban un par de horas para el embarque, pero la verdad es que no quisimos movernos para ir a ver nada. La idea, si hubiera hecho un tiempo correcto, es que hubiéramos llegado con tiempo para echar una visita rápida por Frankfurt, pero de esa forma, ni hablar.
Embarcamos las motos y nos esperamos un poquillo más en la sala de espera a que llegara le tren. Puntualidad germana, a la hora estipulada estaba entrando por el andén. Entramos a nuestra cabina. Era bastante más borreguero que con el que habíamos ido. Tan chiquitito al final dejamos las botas en el pasillo y que sea lo que Dios quiera. El mozo del vagón con comentó que si queríamos vino. Pues venga, dos botellas para celebrar el fin del viaje.
Nos trincamos una y dejamos la otra para después de cenar, por lo que nos fuimos al vagón-comedor. Unas bromas con la camarera, cenita, café y de vuelta a la cabina.
Nos terminamos la segunda botella y a dormir como buenamente se podía ya que eran extremadamente incómodos. Antes de acostarnos, estuvimos un buen rato parados. Estábamos en Strasburg, que era por donde entraba el tren a Francia.
(Este parece Nacho Cano, lo que hace el estres post-vacacional

)
A la mañana siguiente nos levantamos a la altura de Valence o algo más. En Avignon hubo un pequeño follon con gente que bajaba en esta parada. Se ve que les vendieron billetes para Avignon pero los vehículos solo los descargaban en Narbonne. El pollo estaba montado. Al final todos para arriba y a desembarcar en Narbonne, luego ya reclamarían.
La llegada y desembarque a Narbonne se produjo sin incidentes. Como ya teníamos la experiencia de la ida, nos dirigimos a los autobuses-lanzaderas que te llevan donde descargan los vehículos.
Descargamos las motos, las cargamos con los bártulos que nos habíamos llevado al tren, miramos la cadena, que aun aguantaba (y sin tensarla).
Habíamos hablado días antes que cuando llegáramos a Catalunya, como sobre la hora de comer estaríamos cerca de Granollers, iríamos a hacer una visita-comida-sorpresa a Ricard y Natalia en Cardedeu. Quedamos cuando hablamos por teléfono con Arturo que nos encontraríamos allí directamente, para hacer la llegada, aunque figuradamente, juntos.
Nos llamo a medio camino comentándonos que era Fiesta Mayor en Cardedeu y que el bar estaba cerrado. Mala suerte. Al final quedamos en Granollers en una zona recretiva donde ya habíamos realizado alguna cena con la gente del foro.
Nos explicamos las anécdotas, nos pasamos las fotos y después de comer, nos despedimos dando por finalizado el viaje.
Xavi y Enric siguieron por la autopista para dejar a Xavi encarado hacia su destino. Yo cogí la C17 ya que me daba pereza pagar más peajes y Arturo se fue con su coche a donde tuviera que ir.
Llegué a casa sobre las 6 de la tarde, cansado, con la cadena al límite, con 8.750 kms de ruta, con más de 1600 fotos y con cantidades ingentes de recuerdos y buenas sensaciones.
Un viaje precioso que todo motero debería hacer una vez en su vida. Este viaje ya lo puedo tachar de la lista de pendiente. Ahora a preparar el siguiente viaje:
RUTA 66 Y COSTA OESTE DE EEUU.