Comienzo aquí el relato de nuestro viaje en las vacaciones de este verano. Como veréis, los acontecimientos no difieren mucho de los contados por Jordi, y muchas de las fotos son parecidas, si no iguales.
Espero que os guste.
La isla esmeralda
El verano pasado, después de tan grato viaje en tan grata compañía, decidimos dar continuidad a esta actividad que tanto nos gusta a los amantes de la moto, que no es otra que viajar, hacer kilómetros. No es tanto el destino como el viaje en sí, recordad.
Mantuvimos contactos para decidir un plan que nos satisficiera a todos, y se barajaron destinos que rayaban en la temeridad; pero si se plantearon fue porque se veían posibles. Aunque ya Jordi ha dado alguna pista, lo dejo ahí, a lo mejor algún día todos tenemos una GS y nos lanzamos...
Después de algunos intercambios de opiniones, ideas y alternativas, acordamos desembarcar en Irlanda. Estábamos entusiasmados con la idea, muy atractiva para todos. Estamos hablando de los primeros meses de este año, pero no fue hasta marzo cuando decidimos nuestro viaje de verano.
La fecha de salida se programó para el mes de agosto, cuando los tres compañeros de viaje teníamos vacaciones: Arturo (Stormbringer), Jordi (Hudsin) y el que esto escribe.
Siempre me he imaginado a Irlanda como un país muy parecido a España, aunque salvando las distancias por su origen anglosajón, y no me equivoqué. Observar los pueblos del interior, sus gentes, sus costumbres, tienen "algo" que me recordaba a nuestra tierra. Y cómo no, no me sorprendió demasiado su clima y sus paisajes, acostumbrado como estoy a ver nuestra Galicia, con raíces comunes en alguna medida, por su pasado celta. Hicimos a través de Irlanda 2.523 km, en un recorrido parecido a un ocho por su interior, viendo costas e interior, ciudades y pueblos, edificios de cristal y construcciones de paja.
Arturo no podía iniciar su viaje hasta el día 2 de agosto, así que resolvimos encontrarnos ese día en Toulouse, relativamente cerca de la frontera con España, un punto que nos venía bien a todos sin desviarnos demasiado del mejor itinerario desde nuestros respectivos lugares de salida. Yo saldría de Sevilla el día 1, y nos veríamos sobre la hora del almuerzo del día siguiente. Desde casi a finales de mayo teníamos reservados pasaje para atravesar el Canal de la Mancha en el Eurotúnel, día 4 por la mañana, y embarcar en ferry hacia Irlanda para esa misma tarde, así que esas eran las fechas y horas fijas a las que debíamos sujetarnos. Por estos motivos decidí llegar hasta Huesca en mi primera jornada de viaje, 922 km, donde me esperaba Richi y... Jordi, que también decidió salir el día 1, y salir juntos desde allí
Salí tempranito, sobre las 7,20 de la mañana. Esperaba no pasar demasiado calor, y así fue. Hasta bien entrado en Castilla-La Mancha no subió demasiado la temperatura.
Antes de la hora del almuerzo hice una parada en Azuqueca de Henares, ya que había quedado con Nieves (Seveyn). Sólo un rato de charla, reponer líquidos y continué. Sobre media tarde empezó a refrescar y hasta me llovió, aunque nada importante. Nuevamente en Zaragoza pasé algo de calor, pero estaba a un paso de mi destino en esa etapa.
Una vez en Huesca sin novedad me encontré con Jordi, Richi y Raquel, su mujer, con gran alegría de todos. Al poco salimos a tomar una cerveza y a cenar. Coincidió que estaban en Huesca también Vestrum y su mujer en su viaje de vacaciones, a los que también conocimos.
Sólo añadiré al respecto que quiero expresar desde estas líneas mi gratitud a Richi y Raquel por su hospitalidad.
A la mañana siguiente nos levantamos tempranito, ya que Richi nos acompañaría hasta la frontera con Francia, mostrándonos algunas de las rutas de su provincia. No íbamos directamente a Toulouse, sino que veríamos algo del Sobrarbe oscense.
Paisajes, curvas... una maravilla. Tardaría bastantes días en negociar curvas como a mí me gusta.
Llegados al túnel de Bielsa paramos a desayunar, y a continuación cruzamos la frontera y al otro lado del túnel nos despedimos. Serían las once y media. A Richi se le notaban los dientes largos... ¡Richi, gracias otra vez!
El camino por Francia fue de lo más aburrido. Debido a que atravesábamos pueblos (entre ellos Arreau, por donde pasamos también el año pasado) Jordi y yo decidimos ir en busca de la autopista más próxima; nos dimos cuenta de que no llegaríamos a tiempo de nuestro encuentro con Arturo. Y las autopistas es lo que tiene... Este verano me he hartado de hacer autopistas y autovías, bastantes más de 5.000 km he realizado en este tipo de vías. Me fui con la goma trasera recién puesta y he vuelto con ella plana por el centro. Hablaré con Albert, a ver si tiene solución...
La hora acordada fue las dos de la tarde, y puntuales estábamos allí. También Arturo llegó bastante puntual. Un abrazo y una foto a su llegada:
Teníamos decidido desde antes de la partida ir a dormir a Limoges, donde teníamos localizado un hotel de una conocida cadena, y allá que fuimos, no sin antes parar en un área de servicio para comer.
Las autopistas francesas no se diferencian en mucho a las de cualquier otro sitio, son igual de aburridas. Con lo plana que es la mayor parte de este país, pocas veces veíamos otra cosa que no fueran bosques y bosques. Arturo comentaría que viéndolos se da uno cuenta de lo despoblada que está España de árboles...
Alguna vez, en algún alto, vimos valles frondosos, pueblos y ríos, y alguna que otra ciudad; pero el atravesar Francia fue para mí muy aburrido. Son horas y horas de gas, gas y gas. Ibamos a velocidades legales, no quería problemas con la Justicia francesa; todos sabemos que fueron los inventores de la guillotina.
Llegamos a Limoges, encontramos el hotel, y después de una ducha fuimos a cenar algo por la ciudad. Muy poca gente por las calles, nada de ambiente, así que aparcamos las motos, unas fotos, cenamos algo y nos fuimos a dormir prontito. En realidad esa fue la tónica de casi todos los días: levantarnos y acostarnos temprano, y es que el horario de las comidas por esos países tan raros era el que imponía todo. Cuando son ellos los que vienen a España se quieren quedar aquí, no sé por qué será.
El día siguiente fue como el anterior, pista, pista y pista. Paramos a almorzar en Chartres, donde hicimos una pequeña parada turística para ver su catedral.
Serían las 8 de la tarde cuando llegábamos a Calais, ya con el trasero un poco descolocado: una pausa en cualquier sitio para un cigarrito (yo era el único que fumaba) y estirar las piernas se hacía insuficiente para recuperar la sensibilidad.
Teníamos el hotel reservado, así que ducha, cambio de ropa y ¡a comerse el mundo!
La mañana del día 4 estábamos puntualmente a las 7 de la mañana en el acceso al Eurotúnel. Son unas instalaciones magníficas, sin mucho que diferenciarse a las de un aeropuerto. Presentamos nuestros documentos obtenidos por internet (que llevábamos cada uno imprimidos desde casa) y tomamos un café para hacer tiempo.
En el momento de pasar el control inglés nos pararon para pedirnos el pasaporte. Cosa rara...
Para los que no lo sepáis, se trata de un tren lanzadera que va y viene del continente a Inglaterra. Sus vagones son especiales, de gran altura. Se entra en su interior con el vehículo y en poco menos de media hora, bajo el Canal de la Mancha, estás al otro lado, tras atravesar los poco menos de 40 km que los separan.
Atravesar el sur de Inglaterra de Oeste a Este fue más o menos lo mismo que lo recorrido hasta ahora: autopistas. El tiempo se estropeó y nos llovió bastante todo el tiempo. El asfalto era muy ruidoso y no drenaba nada. Mucho tráfico, sobre todo al sortear uno de los anillos de los alrededores de Londres y los aeropuertos de Heatrow y Gatwick, así como por las cercanías de Bristol y Cardiff. Al menos fueron gratis, como ya ha comentado Jordi.
Conducir por la izquierda tiene su gracia. Tienes que cambiarte el chip, y en principio es fácil: coges tu carrilito de la izquierda, y tira millas (nunca mejor dicho). En vías de más de un carril debes ocupar el más a la izquierda, a menos que adelantes a vehículos más lentos. Las rotondas tampoco es difícil, las trazas en sentido de las agujas del reloj, te sales cuando debes y ya está. Lo malo es cuando desembocas a una calle y tienes que girar haciendo un stop o un ceda el paso, momento en el que te tienes que parar a pensar. El movimiento reflejo es mirar a la izquierda; pues no, hay que mirar a la derecha por si viene alguien. Yo, por si acaso, miraba a los dos lados unas cuantas veces, sobre todo después del susto que me llevé al salir del hotel a la carretera pasada la primera noche en Irlanda. Miré a la izquierda, no venía nadie (normal...), y tiré. Un coche que venía por la derecha supongo que se dio perfecta cuenta de que sería guiri, e intuyendo mis intenciones ocupó el lado derecho de la calzada. Aunque me pasó cerca, me llevé el susto que os podéis imaginar. No me pitó, no hizo aspavientos ni nada. Cortés, educado y tolerante. Con un gesto de la mano le pedí excusas, por si me veía por el retrovisor.
Haríamos una parada para comer algo en un área de servicio. Obviamente, de comer como nosotros conocemos, nada de nada: hamburguesas y patatas fritas. Y seguía lloviendo:
Sobre las cinco y media de la tarde llegamos a Fishguard para tomar el ferry a Irlanda, puerto de Rosslare. Estaba dejando de llover y nubes bajas cubrían el cielo. Fue una lástima, porque el paisaje desde los altos que rodean esta ciudad con su puerto prometía ser muy bonito.
Poco más de una hora después entrábamos con las motos en el fast-ferry, no sin antes pasar la aduana. También ha dicho Jordi que fue a mí al único que pararon para registrar mi equipaje. Ya conocéis mi careto de mafioso y de malo, claro. Buscaban bombas, armas blancas y de fuego por las maletas y el baúl. Suerte que no miraron en la bolsa sobredepósito...
Una vez aseguradas las motos en la bodega y acomodados nosotros, dimos orden al capitán de zarpar. Nos alejábamos de Inglaterra.
Ese barco no debía tener bien las suspensiones. Probablemente debido a ello, me empecé a sentir mal. No dije nada a mis compañeros al principio por si eran cosas mías, pero terminé por salir a cubierta y... ya sabéis el resto, no entraré en detalles. Hay una foto por ahí, incluso, agarrado a la barandilla con las dos manos. Eso sí, muy derechito.
De las siguientes cuatro horas no tengo fotos, no estaba yo para tonterías.
Por fin, pisamos tierra firme y nos dirigimos al hotel que teníamos reservado. Era un B&B que estaba al lado del puerto, muy bonito y muy bien decorado, a la vez que acogedor. Ya habéis visto una foto de la habitación, pero contribuir a otro comentario de Jordi sobre tres moteros, tres bolsas sobredepósito, tres cascos, seis botas y nueve maletas. Estas son las fotos del "antes" y el "después":
También tenéis ya noticias de la primera cena en Irlanda. Fue de lo mejor para conservar la salud durante largo tiempo. Cacahuetes (made in Spain) y pseudo-patatas Pringles. Afortunadamente, había cerveza:
Después de dar un corto paseo para hacer la digestión nos fuimos al hotel a dormir.
La mañana siguiente amaneció muy buena, con sol. Después de desayunar recogimos e iniciamos nuestro recorrido por la isla.
El primer destino era Johnstown Castle, uno de los muchos lugares que visitamos de gran belleza. Se trata de un palacete, y actualmente es un Museo de Agricultura y un parque botánico:
Ese color verde fue una constante en los nueve días en los que recorrimos Irlanda.
También sabéis ya de las jugarretas de mi GPS. En realidad no fue tal, me llevaba por el sitio correcto. El fallo fue de Jordi, que planificó una carretera con Google Maps que nos condujo directamente, por un camino de tierra, a la casa de los Ó Conaill. No estaban, así que dimos la vuelta y volvimos por donde vinimos.
Continuamos camino. Esto es una parada en una de las muchas iglesias que hay por toda Irlanda. Me llamó la atención la situación de los cementerios, justo al borde de la carretera. Dice mucho de su cultura el hecho de no separarlos de las ciudades, de no apartarlos de la vista porque, en realidad, son hermosos:
Tocaba visita a Rock of Cashel, un lugar precioso. Repetiré alguna foto, aunque no está de más. Como veis, mis fotos están completas para el que quiera abrirlas.
Hora de comer. Nos pusimos a buscar un sitio para comer algo. Aunque habíamos adelantado los relojes, también lo hicimos con los de nuestros estómagos, acostumbrados a comer algo así como... dos horas más tarde.
Por donde íbamos me volvía mirando las casas, las tiendas, los pubs... Me quedaba como hipnotizado. Todos son de colores, y todos distintos, jugando con tonos en paredes, puertas, marcos de ventanas... Hice montones de fotos a sitios así, a cual más llamativo y original. Iré poniendo fotos a lo largo del relato, incluso sin motivo; os sorprenderéis como yo.
Tomamos algo en An Caisleán:
Castillo de Cahir:
Seguimos hacia Cork:
Bonita ciudad, alegre, viva, con mucha gente de un sitio a otro. Y una constante en todas ellas: limpia, ordenada y agradable de visitar. Muchas chicas guapas, de una belleza a la que no estamos acostumbrados por aquí: rubias, piel muy blanca, rasgos característicos. Y la que era morena y guapa... guapa de verdad.
Salimos de Cork camino de Blarney y su castillo, ¡otra maravilla de sitio!
Ya os ha contado Jordi en qué consiste la tradición de subir y besar la piedra. Lo que no me ha quedado claro es si la elocuencia que adquieres era en tu propio idioma o en inglés... Yo no aprecié diferencia entre el antes y el después de Jordi y yo mismo y Arturo, que eligió quedarse esperándonos.
Se hacía tarde, así que continuamos ruta, buscando ya un sitio donde quedarnos a cenar y dormir.
Con estas carreteras secundarias había que tener mucho cuidado, crecía hierba incluso en el centro, pero eran preciosas. Ya ha comentado Jordi cosas al respecto, pero añado que el asfalto era en casi todos sitios bastante rizado, sin alisar compleetamente, lo que hubiera añadido bastante comodidad a la conducción.
Llegamos al pub del que hablaba Jordi, del que pondré fotos un poco más adelante. Justo enfrente había un grupo de jóvenes entrenando a uno de los deportes nacionales de Irlanda, el hurling. Se trata de una especie de hockey sobre hierba (cómo no...) con un stick especial, y la bola circula incluso por el aire:
Ya sabéis la historia, nos recomendaron este B&B:
El pueblo de Irlanda es uno de los más católicos de toda Europa, y además practicantes. En todos los B&B en los que estuvimos había una Biblia. Podéis verla en la foto de Jordi del interior de la habitación: se distingue en el estante de la mesilla.
Nos fuimos corriendo a cenar, si queríamos pillar algo, así que recalamos de nuevo en el pub en el que preguntamos. Un pub muy auténtico, con mucho sabor:
Como quiera que lo de la piedra de Blarney no había surtido efecto (todavía), no me aclaré mucho con la carta, de modo que pedí pollo al curry que fue lo único que entendí. Nunca más.
El whiskey que nos tomamos a continuación sí estaba bueno. Sin hielo, saboreándolo. Sabía distinto a cualquiera anterior...
A la mañana siguiente sonó el despertador tempranito, había que recorrer muchos km, nuevos sitios. No pude acostumbrarme a ese desayuno inglés. Eso de tomar salchichas, beicon y carne de lomo (y a veces mucho más) de buena mañana... como que no, así que yo desayunaba, a diferencia de mis compañeros, tostadas con mantequilla y mermelada o miel, y el café diluido que había por todos sitios.
Cuando parábamos a hacer fotos en un sitio u otro comentábamos la belleza del lugar, esto, aquello... Nos intercambiábamos en ocasiones las cámaras fotográficas, o nos fotografiábamos unos a otros.
Llegábamos a Mizen Head, explicado ya por Jordi. Había en el interior del edificio una exposición permanente de las instalaciones, de la punta de tierra y de lo que fue el faro, construido en un islote próximo, y ya desmantelado.
¡Corre, Jordi, corre, que sale la fotooo!
Foto desde el puente que da paso al islote con el faro actual:
Después de ver todo aquello, y muchas más fotos, cogimos de nuevo las motos y nos dirigimos a Bantry, se acercaba la hora del almuerzo. Por todas partes vendían fresas, miel y patatas nuevas, incluso por la carretera.
Muchos, muchos cuervos por Irlanda...
Más vistas de la ciudad:
Continuamos ruta. Parque a la entrada de Kenmare.
Y seguimos:
Llegábamos al Staigue Fort, la construcción megalítica de la que hablaba Jordi. Pero había al lado un rebaño de ovejas pastando, típicas con la cara negra. Llevaba el encargo de hacer alguna foto de estas ovejas por parte de una
miembra del foro. Con todo cariño:
Se trata de una construcción hecha en piedra sin cementar que sirvió de ciudadela en algún momento de la historia de esas tierras; tiene treinta metros de diámetro y una altura de seis metros. Ahí os dejo el cartel informativo. Está en gaélico e inglés:
Como veis, gran parte de los carteles informativos están escritos en esta lengua autóctona de Irlanda. No hay muchos hablantes, de 20.000 a 80.000 (no me dio tiempo a contarlos), pero por parte del Gobierno se están haciendo políticas para recuperar esa lengua, que forma parte de su cultura. Muy bonita en su escritura, así como en su grafía, escrita casi siempre con un tipo especial de letra cursiva.
Las matrículas de los vehículos tienen el nombre de la ciudad donde son matriculados en esta lengua, y con su denominación original. Este es de Dublín:
Nos vamos.
Decidimos ir a dormir a Killarney, con lo que terminábamos la vuelta a la península de Kerry. Recorrimos lugares a cual más encantador, paisajes para quedarse. La temperatura fresca sin hacer frío, aire puro... lo que un habitante de Sevilla busca en verano. Además, el tiempo nos respetó, ya que sólo nos llovería un día y medio, al final de nuestra estancia por Irlanda.
Una vez en Killarney nos pusimos en busca del Castillo de Ross, al borde de la ciudad. Mi GPS nos llevó presto al lugar, no sin antes rodear un parque con una carretera cerrada al tráfico por medio. Por este motivo dice Jordi que dimos alguna vuelta. No es cierto, quizá estuviera él y su sentido de la orientación algo afectado ya. Mención especial para mi GPS, que se portó en todo momento de maravilla. Algún fallito dio, es cierto, pero fue debido a los mapas, pese a que estaban actualizados (desde aquí un millón de gracias, quien ya sabes).
Killarney es, como decía antes, para quedarse a vivir. Un parque de ensueño al borde del lago Leane, una ciudad pequeñita, sosegada, preciosa. Más pubs por metro cuadrado que de bares en Sevilla (algo generalizado en toda Irlanda), y en todos ellos un ambiente único. Calles limpias, sin ruidos, sin pitadas de coches (también algo general el nivel de educación de los irlandeses), ni aparcados encima de las aceras, sin empujones por éstas o tropezones... Toda la gente anglosajona generalmente es muy cortés, siempre tienen el "sorry..." o el "excuse me..." como salida rápida a cualquier situación, aunque no sea por su causa.
Para dormir encontramos el Saratoga, de gratas evocaciones para mis compañeros de viaje. Lo peor fue subir en dos viajes las tres maletas, casco y sobredepósito a la buhardilla por una escalera muy estrecha. Cómo no, también había una Biblia en un estante del recibidor. ¿La encargada? Muy bien, gracias.
Si ducha ni ná nos cambiamos rápidamente y salimos a cenar, que cerraban. Encontramos un lugar atendido por no menos de siete chicas que no paraban de un lado a otro, y donde cenamos muy bien. Pero antes hice unas fotos:
Y después:
También nos fuimos a un pub a cerrar el dia con un vaso de Powers y música en vivo. Allí donde fueres, haz lo que vieres.
